CAPITULO 57

CAPITULO 57

Lali no pudo hablar, sólo lo miraba, pasmada.

Peter: Te he hecho una pregunta- Benjamín se interpuso.

Benja: Espere un momento. No sé quién es usted pero no tiene ningún derecho sobre Lali...

No terminó lo que quería decir, pues Peter lo tomó por los hombros y lo arrojó hacia el otro lado de la habitación. Lali apenas lo notó, sólo tenía conciencia de que Peter se le acercaba cada vez más.

Cuando estuvo a pocos centímetros de ella, le acarició suavemente la sien con la punta de los dedos y Lali sintió que se le aflojaban las rodillas. Antes de que se desplomara, Peter la levantó en brazos y hundió la cara en el cuello de la muchacha. Sin que se dijeran una sola palabra, la llevó hacia la puerta, giró a la derecha y se dirigió al final del pasillo, donde estaban las habitaciones de Lali. Después de dos días de hablar con el hombre al que había contratado Benjamín, conocía bien la distribución de la Posada del Delfín Plateado.

Con la mente demasiado ocupada para poder pensar, Lali no consideró lo que estaba haciendo. Lo único que sabía era que estaba en brazos de Peter y que, más que la vida misma, quería que le hiciera el amor.

Suavemente, como si ella pudiera romperse, la tendió sobre la cama y luego se sentó a su lado. Sostuvo entre sus manos la cara de Lali y le acarició las mejillas y las sienes.

Peter: Casi había olvidado lo hermosa que sos- murmuró- lo delicada y adorable que sos.

Las manos de Lali subieron por sus brazos. Era magnífico volver a sentir aquella fuerza, aquella cercanía. Una vez más empezó a temblar al invadirla el deseo, que echó a correr con ardor por sus venas.

Lali: Peter- logró susurrar antes de que la boca de él cubriera la suya.

Desesperados, frenéticos, turbulentos, comenzaron a arrancarse la ropa. No deseaban ternura: sólo había una violenta necesidad que debían satisfacer. La ropa caía al suelo, los botones volaban por la habitación, un puño de encaje se desgarró y las delicadas medias de seda se hicieron jirones. Cuando se unieron como un trueno que sigue a un brillante relámpago, se aferraron con todas sus fuerzas, más y más profundamente, tratando de saciar su incontrolable sed mutua.

Con violencia, en un estallido cegador, se arquearon con los espasmos que recorrieron sus cuerpos. Siguieron aferrados durante varios minutos hasta que al fin los músculos se relajaron, Entonces se miraron, como si quisieran devorarse.

Fue Lali quien quebró el hechizo al reír, pues Peter, con el pecho y un brazo desnudos, llevaba puesta una sola manga de la camisa. Peter bajó la vista para ver qué era tan gracioso, y sonrió con deleite.

Peter: Mira quién se ríe- dijo y señaló lo que quedaba del atuendo de Lali.

Tenía una enagua enrollada a la cintura, y había otra, desgarrada, debajo de ellos. Su corsé, medio puesto y medio desgarrado, estaba arrugado bajo un brazo, mientras su vestido estaba a poco más de tres metros, colgado del marco de un cuadro. Lali se apoyó sobre los codos y al mirar hacia sus pies, vio que una de sus medias, con su bonita liga de encaje, estaba intacta, mientras que la otra, agujereada, estaba enredada entre los dedos de sus pies.

Peter conservaba una manga de su camisa y las botas, nada más. Lali miró aquellos ojos brillantes y aquel delicioso cuerpo ahora tan cercano y echó a reír. Lo abrazó y comenzaron a revolcarse en la cama, riendo, mientras Peter le quitaba con pericia lo que le quedaba de ropa. Luego sin separarse de ella, se quitó las botas y la hilaridad se renovó cuando oyeron un fuerte estallido de porcelana quebrada al aterrizar una de las botas en alguna parte.

Lali dejó de reír al sentir los besos de Peter en su hombro y en sus brazos. La primera pasión ya había pasado, ahora podían pasar más tiempo volviendo a explorarse y a descubrirse. Mientras la boca de Peter recorría su cuerpo, Lali cerró los ojos y se rindió a sus sentidos. Le acarició el brazo, lo tomó de la mano, se la llevó a los labios y saboreó aquellos dedos que tanto placer le daban. Mordisqueó suavemente las yemas, pasó la lengua por los nudillos. Aquélla era, sin duda, la mano de un hombre: con cicatrices, dura, callosa, ancha, y a la vez delicada y sensible. Le mordió la palma con fuerza, como si quisiera devorarlo.

Peter retiró la mano y le acarició las piernas, la masajeó y la besó, hasta que Lali agitó las piernas con impaciencia pues otra vez lo deseaba. Cuando Peter volvió a subir la cabeza, Lali lo atrajo hacia sí para besarlo.

Peter emitió una risa grave y seductora y la atrajo hacia sí, enfrentados. Hizo que Lali lo abrazara con las piernas y gimió al penetrarla. Lali se aferró a él con fuerza mientras Peter manipulaba su cuerpo y prolongaba el éxtasis durante minutos, días, semanas, años, un siglo y ella echaba la cabeza hacia atrás, sin conciencia de quién era o dónde estaba.

Cuando Lali comenzaba a pensar que se volvería loca, de pronto Peter la hizo sentarse y la penetró con fuerzas hasta que al fin sus cuerpos hallaron el desahogo. Sin una palabra, agotados, sudorosos, saciados, se durmieron el uno en brazos del otro.

Lali fue la primera en despertar y se sorprendió al ver por la ventana que el sol se ponía. Se desperezó, se apartó para mirar a Peter en la cama y se preguntó si alguna vez tendría algo de cordura estando con él. Por primera vez en años había olvidado por completo sus responsabilidades para con su hija, su amiga y su trabajo. Con sigilo, para no despertarlo, se levantó y se vistió. Antes de salir, besó el cabello de Peter y lo cubrió con una manta ligera.

En silencio, salió de la habitación y se dirigió a la cocina. Cande debía de estar preguntándose qué le había ocurrido.

Peter despertó lentamente. Por primera vez en años había dormido bien. Con una sonrisa en los labios, se volvió para mirar a su esposa pero en lugar de Lali halló un par de ojos resplandecientes que lo observaban con atención.

Peter: Hola- dijo a la niñita- ¿Cómo te llamas?

-Jenifer Lanzani, ¿Quién sos vos?

 CONTINUARÁ...

@iamlaliter