miércoles, 29 de febrero de 2012

CAPITULO 51





CAPITULO 51

Cande, furiosa, tomó el brazo de su amiga y la ayudó a subir al dormitorio que compartían.

Cande: Sin duda, has tenido dolores todo el día. ¿Cuándo vas a dejar de considerarte una carga y a pedir ayuda?- con torpeza, Lali se sentó en la cama y se recostó en las almohadas que colocó Cande.
Lali: ¿Podrías sermonearme más tarde?- dijo, con la cara contorsionada.

A pesar de la contextura pequeña de Lali, el suyo fue un parto fácil. Llegó al mundo una niña grande y perfecta. Frunció la carita, cerró los puños y comenzó a llorisquear.

Lali: Igual qué Peter- murmuró y tendió los brazos para tomar a su hija- Jennifer. ¿Te gusta ese nombre?
Cande: Sí- respondió, mientras aseaba a Lali y a la habitación.

Estaba demasiado exhausta para pensar en el nombre del bebé. Observó a Lali, que acunaba en brazos a su hija y sintió que había llevado la peor parte.

Un mes después, ambas mujeres se habían adaptado a la nueva rutina de dirigir la casa de huéspedes y atender al bebé. Cuando llegó la primavera, llegaron también cientos de colonos. Un hombre, cuya esposa había muerto en el viaje a Scarlet Springs, decidió quedarse con sus dos hijos pequeños en el pueblito y comenzó a construir una casa grande y cómoda.

Lali: Este pueblo crecerá- murmuró Lali, con la niña en brazos. Contempló la vieja granja y la imaginó con una nueva mano de pintura. Dio rienda suelta a su imaginación y vio también una ampliación en el frente, algo como una larga galería.
Cande: Tenés una expresión muy extraña- observó- ¿Quieres decirme a qué se debe?

Aún no. pensó Lali. Había tenido demasiados sueños en su vida, y todos habían fracasado. En adelante se concentraría en un solo objetivo y trabajaría mucho para lograrlo.

Semanas más tarde, Lali decidió al fin revelar a Cande sus ideas de remodelar y agrandar la casa para convertirla en un verdadero hotel. Cande se sorprendió mucho.

Cande: Es... una idea estupenda- respondió, vacilante- Pero ¿crees que nosotras... quiero decir, dos mujeres... podamos hacer algo así? ¿Qué sabemos de hostelería?
Lali: Nada- admitió con seriedad- Y no me dejes comparar lo que sé hacer con lo que quiero hacer, o jamás lo intentaré- Cande rió, sin saber cómo tomar esa declaración.
Cande: Estoy contigo- dijo al fin-  Decide lo que hay que hacer y yo te seguiré.

Eso era otra cosa en la que Lali no quería pensar. En realidad quería mantenerse tan ocupada que no pudiera pensar. Dos días más tarde encontró una niñera para Jennifer, sacó las joyas de su escondite y abordó una diligencia hacia el norte. Pasó por tres pueblos hasta encontrar a alguien dispuesto a pagar un precio decente por el brazalete y los pendientes. Y en todas partes visitó las posadas locales. Descubrió que una posada no era solamente un alojamiento para viajeros sino también un lugar de reuniones sociales y políticas. Trazó bosquejos e hizo preguntas, y su seriedad y juventud le ganaron muchas horas de conversación y respuestas.

Cuando regresó a casa, cansada pero alborozada y más que ansiosa por ver a su hija y a su amiga, tenía una gran maleta de cuero llena de notas, dibujos y recetas para Cande. Cosidos a la ropa, traía giros bancarios por las joyas. Desde ese momento en adelante jamás hubo duda alguna de quién era el líder en esa sociedad.

CONTNUARÁ...

En el proximo vuelve Benjamín, tranquilas que solo es para revelar una parte de la historia de Lali.

martes, 28 de febrero de 2012

CAPITULO 50




CAPITULO 50

Cande: Podes contármelo si lo deseas- susurró.
Lali: ¡Hombres!- exclamó
Cande: No hace falta que digas más, soy una experta en hombres. Hace dos años me enamoré de uno y decidí que valía más que cualquier otra persona en el mundo. Por eso una noche hui por la ventana de mi dormitorio, sin dejar siquiera, una nota a mis padres y me fugué con él. Decía que íbamos a casarnos, pero nunca parecía ser el momento adecuado. Hace seis meses lo encontré en la cama con otra mujer- esa confesión hizo llorar más a Lali- No sabía adonde ir, entonces vine a casa y mis maravillosos padres me recibieron, sin decir jamás una palabra sobre lo que había hecho. Dos semanas más tarde murieron.
Lali: Yo... lo siento- sollozó- Entonces, también estás sola.
Cande: Exactamente, soy dueña de una granja que está a punto de derrumbarse sobre mi persona y todos los hombres que pasan por aquí juran que podrían hacerme la mujer más feliz del mundo.
Lali: ¡Espero que no les creas!- exclamó. Cande rio.
Cande: Empiezas a hablar como yo, pero o me caso con alguno de ellos o me muero de hambre aquí.
Lali: Yo tengo un poco de dinero- dijo y vació sobre la cama sus bolsillos. Vio con consternación que sólo le quedaban cuatro monedas de plata- ¡Espera un minuto!- agregó, mientras corría hacia su maleta y sacaba el brazalete de zafiros y los pendientes de diamantes. Cande los levantó hacia la luz.
Cande: ¿Te sientes mal?
Lali: Creo que el bebé acaba de moverse- respondió asombrada. Los ojos de Cande se abrieron como platos y luego echó a reír.
Cande: ¡Bonito par somos! Dos mujeres rechazadas que odian a todo el género masculino- dijo, en un tono que no dejaba dudas de que su opinión fuera a cambiar- con un par de joyas, cuatro monedas de plata, una granja que se viene abajo y un bebé en camino. ¿Cómo haremos para llevar comida a nuestra mesa este invierno?

La forma en que habló de ambas y la insinuación de que ese invierno estarían juntas despertó una chispa de interés en Lali. Peter no la quería pero ella tenía que sobrevivir. Al sentir otro movimiento del bebé, sonrió. En los últimos meses no había pensado mucho en su hijo. Peter no la dejaba pensar más que en él.

Cande: ¿Qué te parece si comemos más pastel y conversamos?- sugirió. Lali no imaginaba su futuro con mucha alegría, pero tenía que planear algo para ella y su hijo.
Lali: ¿Hiciste esto?- preguntó, mientras comía el pastel con voracidad. Cande sonrió con orgullo.
Cande: Si hay algo que sé hacer, es cocinar. A los diez años ya cocinaba todo para mis padres.
Lali: Al menos tienes algún talento—dijo, en tono sombrío- Yo no sé hacer nada- Cande se sentó a la vieja mesa.
Cande: Yo podría enseñarte a cocinar. Estaba pensando en preparar comidas y venderlas a la gente que pasa por Scarlet Springs. Entre las dos podríamos ganar lo suficiente para mantenernos.
Lali: ¿Esto es Scarlet Springs? ¿Así se llama este lugar?- Cande la miró con compasión.
Cande: Supongo que simplemente abordaste una diligencia y llegaste hasta el final del recorrido- Lali sólo asintió mientras terminaba el trozo de pastel.
Lali: Si estás dispuesta a intentarlo y a trabajar, me gustaría tener tu compañía.

Se estrecharon las manos para sellar el acuerdo. Candela tardó una semana en llegar a creer realmente que Lali no sabía cocinar pero pasaron diez días hasta que se dio por vencida.

Cande: es inútil- suspiró- Si no olvidas la levadura es la harina o el azucaro alguna otra cosa- Puso sobre la mesa una hogaza de pan y aI rato de clavarle un cuchillo, pero no pudo.
Lali: Lo siento, te aseguro que lo intento- Cande la miró con ojo crítico y dijo:
Cande: ¿Sabes para qué sos muy buena? Le gustas a la gente. Tenés cierto aire de dulzura y sos tan bonita que las mujeres te toman simpatía y quieren protegerte y los hombres también- una vez Peter había querido protegerla, pero no había durado mucho.
Lali: No estoy segura de que tengas razón, pero ¿qué clase de talento es ése?
Cande: Podes vender. Yo cocinaré y tú venderás. Muéstrate dulce por fuera pero negocia bien. No dejes que nadie te convenza de pagar menos de lo que pedimos.

Al día siguiente la diligencia trajo a cuatro personas que iban a encontrarse con otras en Scarlet Springs para proseguir viaje hacia el oeste. Por impulso, Lali elevó el precio de la comida y nadie lo cuestionó. Vendieron todo.

Esa tarde, gastó todo el dinero que tenían ella y Cande. Tres de los colonos que viajaban hacia el oeste habían sobrecargado sus carretas y se disponían a arrojar al río el exceso de carga: faroles, cuerdas y alguna ropa. Estaban enfadados y querían asegurarse de que nadie pudiera usar lo que ellos habían pagado. Lali ofreció comprarles todo. Corrió a la casa, tomó todo el dinero y se lo dio a los colonos.

Cuando regresó con la mercancía, Cande se puso furiosa. No tenían dinero, les quedaban muy pocas provisiones y tenían una habitación llena de equipos que nadie necesitaba. Durante tres días se alimentaron de manzanas que robaban de una huerta que estaba a seis kilómetros de allí. Lali se sentía muy culpable.

Al siguiente día, llegaron más colonos a Scarlet Springs y Lali les vendió todos los artículos por el triple de lo que ella había pagado. Llorando de alivio porque su situación se había solucionado. Lali y Cande se abrazaron y bailaron en la cocina.

Eso fue el comienzo de todo. Con esa primera venta ganaron confianza en sí mismas y mutua también. Comenzaron a planear lo que podrían hacer en el futuro. Hicieron un trato con el granjero que tenía el manzanar: ellas le comprarían todas las manzanas caídas a cambio de muy poco dinero y una hogaza de pan por semana. Por las noches, ambas pelaban y cortaban las manzanas y al día siguiente las ponían a secar al sol. Una vez secas, las vendían a los colonos que viajaban al oeste. Cada centavo que ganaba, cada trato que hacían, aumentaba el monto de su negocio. Se levantaban antes del amanecer y se acostaban muy tarde. Sin embargo, a veces Lali se sentía más feliz que nunca. Por primera vez en su vida sentía que alguien la necesitaba.

Durante el otoño empezaron a aceptar huéspedes y a servir comidas. La gente llegaba a Scarlet Springs demasiado tarde para continuar viaje al oeste y pernoctaban allí. Un hombre les explicó que en su pueblo natal le habían ofrecido una fiesta de despedida y no quería regresar y decir que había perdido las carretas.

Lali y Cande se miraron, sonrieron y dijeron al hombre que ellas se encargarían. Para noviembre ya podían recibir seis huéspedes y apenas quedaba sitio.

Cande: El año próximo plantaré pepinillos y coles- dijo, mirando con asco una comida que consistía en poco más que carne de caza.

Miró a Lali y dejó de quejarse. La muchacha estaba de pie, vacilante, con el vientre muy abultado.

Lali: Si me disculpas- -dijo, en la voz más baja posible- Creo que subiré a tener un bebé

 CONTINUARÁ...

Pronto vuelve Peter no se preocupen.

lunes, 27 de febrero de 2012

CAPITULO 49





CAPITULO 49

El primer tramo del viaje fue casi agradable para Lali. No dejaba de imaginar la cara de Peter cuando la encontrara. Claro que negociaría con él antes de regresar a su hogar. Insistiría en que despidiera a la cocinera y contratara a un ama de llaves. ¡No! Lali misma elegiría el ama de llaves, alguien que le fuera leal. El hombre de la carreta la dejó en una posada de diligencias. Allí, Lali se armó de coraje y entró en la pequeña posada, que, más que un establecimiento público, parecía la casa de alguien.

-Era nuestra casa- le explicó la dueña- Pero después de que murió mi esposo, vendí las tierras y empecé a aceptar huéspedes. Fue mucho más fácil que cocinar para mis diez hijos.

La dueña de la posada tomó a Lali bajo su ala y le dio un amistoso sermón acerca de viajar sola. Mientras comía sola en una mesa, Lali imaginaba a Peter pidiendo información a esa mujer.

Por la mañana, preguntó a la dueña cuatro veces hacia dónde iba la próxima diligencia y comprendió con cierta culpa que lo hacía para que la mujer grabara en su mente hacia dónde iría ella.

Al segundo día de la diligencia ya estaba muy fatigada y no dejaba de mirar por la ventanilla. La tormenta había pasado, el aire había quedado muy cargado y el vestido se le adhería al cuerpo, en una oportunidad oyó acercarse un caballo y sonrió, segura de que el jinete sería Peter. Asomó la cabeza por la ventanilla y levantó la mano para saludarlo pero el jinete siguió de largo. Avergonzada, volvió a acomodarse en su asiento.

Esa noche no hubo ninguna posadera amigable sino solamente un anciano malhumorado que servía carne dura y patatas Irías para la cena. Triste y cansada. Lali subió al dormitorio que, en su condición de mujer sola, compartía con otras diez mujeres.

Antes del amanecer despertó y se echó a llorar en silencio. A la hora de partir, le dolía la cabeza y tenía los ojos hinchados. Los otros cuatro pasajeros trataban de conversar con ella pero Lali sólo podía asentir a sus preguntas. Todos le preguntaban lo mismo: Adonde se dirigía.

Mirando por la ventanilla sin ver en realidad, comenzó a plantearse la misma pregunta. ¿Acaso había huido de Peter sólo para demostrarle que podía ser independiente? ¿Realmente creía que él quería a Belén? .Sin hallar respuestas a sus preguntas, siguió tomando una diligencia tras otra, mirando pasar el paisaje, sin molestarse siquiera por la falta de comida y camas decentes. Una tarde, aturdida, se apeó de la diligencia en un sitio inhóspito que consistía en poco mas que algunas casas.

-Aquí termina el recorrido, señora- le informó el cochero, al tiempo que le ofrecía la mano.
Lali: ¿Cómo dijo?

El hombre la miró con paciencia. En los últimos cuatro días la había visto sumida en sus pensamientos, y pensó que tal vez no estuviera en sus cabales.

-Aquí termina el recorrido.
Lali: ¿Podría conseguir una habitación aquí?
-Señora, esto ni siquiera es un pueblo, no hay hoteles. Mire, o se queda o vuelve. Aquí no tiene dónde alojarse.

¡Volver! ¿Cómo podía volver con Peter y su amante? Desde detrás de la diligencia se oyó una voz de mujer.

-Yo tengo sitio. Puede quedarse conmigo hasta que decida lo que desea hacer.

Lali se volvió, de cabello color miel y grandes ojos azules.

-Soy Candela Vetrano y tengo una granja aquí cerca. ¿Quiere quedarse conmigo?
Lali: Sí, puedo pagarle...
Cande: No se preocupe por eso. Ya nos arreglaremos- tomó la maleta de Lali y se puso en marcha- La vi allí, y me pareció tan pequeña que me dio pena. Sabe, yo estaba igual que usted hace unos tres meses. Mis padres murieron y me dejaron sola, sin más que esta vieja granja y algo más. Bien, hemos llegado- hizo pasar a Lali a una casa de dos plantas en muy mal estado- Siéntese. Prepararé un poco de café. ¿Cómo se llama?
Lali: Mariana Lanzani- respondió, sin pensarlo, luego se encogió de hombros, pues ¿qué importaba que no se escondiera? Era obvio que a Peter no le interesaba que volviera.

Lali sorbió el café. Aunque no le agradó mucho el sabor, la ayudó a sentirse mejor, a pesar de que las lágrimas comenzaban a crecer detrás de sus ojos.

Cande: Parece que usted también ha tenido su tragedia- observó Candela mientras cortaba un trozo de pastel y se lo entregaba a Lali.

Un hombre que quería casarse con ella a pesar de despreciarla, un tío que la detestaba, un hombre que se había casado con ella sólo por el niño que esperaba... No pudo sino asentir a la pregunta de Cande.

Al ver que la muchacha apenas había probado el pastel, Cande la miró con compasión y le preguntó si deseaba acostarse. Una vez sola en el pequeño dormitorio. Lali se echó a llorar con ganas, como nunca antes lo había hecho. No oyó entrar a Candela, sólo sintió que la abrazaba.

 CONTINUARÁ...

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viernes, 24 de febrero de 2012

CAPITULO 48




CAPITULO 48

Belén entró en la casa como un huracán, con la ropa empapada y el cabello convertido en una maraña desaliñada. ¡Maldito Peter!, pensó. ¡Me manda buscar como si yo fuera un peón para ayudarlo con los caballos, mientras esa inútil de su esposa se queda en casa! No pasaba un día sin que recordara aquella horrible mañana en que se había encontrado a solas con él.

El día anterior, había ido a saludarlo a su regreso de Inglaterra, esperando que la llevara a su cama, como de costumbre pero en cambio le había presentado a esa niñita descolorida como su esposa.

A la mañana siguiente Belén se le enfrentó y exigió saber qué demonios creía él que estaba haciendo. Peter no dijo mucho hasta que ella empezó a enumerar los defectos de Lali... de todos los cuales se había enterado en detalle por Malvina, su prima.

Peter levantó la mano para golpearla pero se contuvo a tiempo. Con una voz que nunca le había oído, le dijo que Lali valía dos veces más que ella y que no le importaba que su esposa no pudiera dominar a un ejército de sirvientes. Dijo también que si Belén quería ser bienvenida a esa casa debería pedir disculpas a Lali.

Belén había tardado una semana en tragarse su orgullo y acudir a aquella tonta muchacha. ¿Y qué había encontrado? A Lali llorando, incapaz de atender siquiera sus dedos quemados pero al menos había averiguado por qué Peter se había casado con ella. Ahora lodo estaba claro. El carácter sumiso de Lali, combinado con la agresividad de Peter, le habían conseguido lo que él deseaba: un hijo. Ahora todo lo que tenía que hacer era demostrar a Peter que estaba desperdiciando su vida y su dinero con aquella chiquilla inútil.

Con la misma furia que había tenido en las últimas semanas, Belén subió la escalera. Peter le había pedido que, camino a su casa, pasara a ver a su preciosa mujer, pues él tendría que pasar esa noche y tal vez el día siguiente, en casa de Pablo. Había caído un rayo sobre la granja de Pablo y necesitaba ayuda para reconstruirlo. Belén tuvo ganas de abofetear a Peter al ver su expresión. ¡Como si fuera una tragedia pasar dos noches lejos de esa pequeña! Tomó aliento para calmarse, abrió la puerta del dormitorio y se sorprendió al hallarlo vacío... y desordenado. Mientras observaba los cajones abiertos y la ropa esparcida sobre la cama, supo que era demasiado esperar que un ladrón hubiera entrado a la casa y se hubiera llevado a la princesita.

Arrebató un vestido de raso de un bello color de melocotón maduro y la invadió la envidia. En todos sus vestidos, si se los miraba con atención, había partes gastadas. Arrojó el vestido sobre la cama y fue a recorrer la casa que tanto conocía, abriendo las puertas con furia y pensando que todo aquello debería haber sido suyo.

En la biblioteca, halló una sola vela encendida junto a una sencilla nota, sobre el escritorio de Peter. Sin embargo, al leerla, todo empezó a aclararse. ¡De modo que la intrusa había dejado a Peter para que tuviera a la "mujer que amaba"! Quizás había llegado el momento de hacer algo con respecto al infantil engreimiento de Peter con esa muchachita. Guardó la nota de Lali en el bolsillo y escribió otra.

Querido Peter:

Lali y yo hemos decidido conocernos mejor, de modo que nos vamos a Richmond por unos días. Te dejamos saludos.

Sonriendo, Belén deseó que "unos días" bastaran para borrar el rostro de Lali. Sin duda, la muchacha sería tan torpe en su huida como en todo lo que intentaba hacer. Pero Belén podía encargarse de eso. Con un poco de dinero aquí y allá, podría convencer a la gente de que nunca la habían visto.

Pasaron cuatro días hasta que Belén regresó al fin, sola, a la plantación Lanzani. Sintió asco cuando Peter corrió a recibirla, subió de un salto al carruaje y le preguntó, con ojos febriles:

Peter: ¿Dónde está Lali?

Más tarde, Belén se enorgulleció de su propia actuación. Se había mostrado furiosa porque Lali nunca se había presentado para el viaje.

Se asustó al ver la furia de Peter. Lo conocía desde la infancia pero jamás lo había visto perder el control. En pocos instantes movilizó a toda la plantación para la búsqueda de su esposa. Llegaron amigos de todas partes, pero el segundo día, cuando encontraron un trozo de uno de los vestidos de Lali en la orilla del río, muchos abandonaron la búsqueda y regresaron a casa pero Peter no se dio por vencido. Cubrió un círculo de trescientos kilómetros alrededor de la plantación y formuló preguntas a todos los que vivían dentro del círculo.

Belén contenía el aliento y rogaba haber hecho bien su trabajo. Tuvo su recompensa cuando Peter volvió un mes más tarde, cansado, delgado y envejecido. Con una sonrisa, Belén recordó todo el dinero que le había costado ese engaño. Con la plantación ya endeudada, no podía permitirse muchos errores, de modo que había tomado todo el efectivo que tenía y sobornado a hombres y mujeres de toda la región. Algunos decían a Peter que la habían visto, pero le indicaban caminos erróneos. Otros que la habían visto, lo negaban. Y algunos pocos insobornables dijeron la verdad pero más adelante había otros que juraban no haberla visto.

Poco a poco, Peter regresó al trabajo de la plantación, liando cada vez más autoridad a su hermano León. Y Belén se dispuso a reparar la vida de Peter.

CONTINUARÁ...

@iamlaliter

Lali está bien chicas jaja

martes, 21 de febrero de 2012

CAPITULO 47




CAPITULO 47

Belén: ¡Perdóname otra vez!- pidió, al tiempo que apoyaba una mano en la muñeca de Lali- Parece que nunca digo lo correcto. Es sólo que me intrigaba el motivo, ya que estábamos prácticamente comprometidos. Claro que Peter es tan honrado que se habrá sentido obligado a casarse con la mujer que esperaba a su hijo- ¿Sabes?- agregó, riendo- No sé cómo, no se me ocurrió. Tal vez si... bueno, si me hubiese quedado embarazada, se habría casado conmigo... ¡Oh, cielos! Otra vez lo he hecho. De ninguna manera quise insinuar que estuvieras encinta antes de casarte con Peter. Por supuesto que no- se puso de pie y Lali hizo lo propio- Ahora debo irme, parece que hoy no digo nada correctamente- palmeó la manó de Lali- Estoy segura de que Peter se enamoró de ti y por eso te eligió. No estamos en la Edad Media. Los hombres se casan por elección y no porque las mujeres queden encintas. Claro que Peter siempre dijo que quería tener hijos, pero no soportar a una esposa autoritaria. Aunque vos, mi dulce niña, nunca podrías ser autoritaria. Ahora sí debo marcharme. Espero que seamos muy buenas amigas. Tal vez pueda ayudarte a conocer los gustos de Peter. No olvides que nos conocemos desde siempre- besó el aire junto a la mejilla de Lali y dio media vuelta- Ordenaré que retiren la bandeja- dijo con una sonrisa- así tu dulce cabecita no tendrá que preocuparse por eso. Ve a descansar y cuida a ese bebé que Peter desea tanto.

Salió de la habitación y Lali se desplomó sobre una silla, sintiéndose como si acabara de salir de una tormenta. Pasaron varios minutos hasta que comenzó a pensar en las palabras de Belén. ¿Elección? Peter no la había elegido: ella se había topado con él. La habría liberado con gusto pero ella se negó a darle el nombre de su tío. ¡Honor! El honor de Peter le había impedido dejarla en la calle y más tarde, ese mismo honor lo había llevado a casarse con ella.

¿Qué había dicho en la boda? El se casaba con la madre de sus hijos. ¿Acaso lo había obligado? Era obvio que ese matrimonio no tenía nada que ver con el amor. ¿Cómo podía un hombre como Peter amar a una chiquilla que ni siquiera sabía preparar una taza de té sin quemarse?

Pasaron los días y Lali se atrasaba cada vez más con sus tareas. Los sirvientes parecían divertirse cambiando diariamente de turnos. Cuando Lali les hablaba, respondían con insolencia y llegó un momento en que ella apenas salía de se habitación.

Peter llegaba a casa, la levantaba en sus brazos y le hacía cosquillas hasta que la tristeza abandonaba su rostro. Siempre le preguntaba qué le ocurría. La invitaba a pasear por la plantación y la muchacha iba, avergonzada por lo mucho que necesitaba su protección. Nunca podría admitir lo sola que se sentía en ese país.

Peter jamás se quejaba por su falta de autoridad y nadie se atrevía a ser insolente con él pero sí notaba que algunas ateas de la plantación no estaban bien supervisadas. Un día, Lali lo oyó gritar a los peones de la granja, preguntándoles por qué estaban tan atrasados con su trabajo.

Belén la visitó dos veces y cada vez hablaba con Lali con amabilidad pero luego atacaba al personal de servicio por su negligencia. Cuando se marchaba, Lali se sentía agotada y más inútil que nunca. No hablaba con Peter acerca de sus problemas con el personal ni de lo mucho que lloraba durante el día.

Una tarde, mientras Lali estaba en la biblioteca tratando de concentrarse en un libro, entró Peter.

Peter: ¡Ah, aquí estás!- exclamó, sonriendo- Pensé que habías desaparecido.

Lali: ¿Sucede algo?- sobre la ropa llevaba un impermeable como los de los marineros del barco.

Peter: Se avecina una tormenta. Un rayo ha derribado parte de una cerca y han escapado unos cien caballos.

Lali: ¿Irás a buscarlos?

Peter: Sí, en cuanto llegue Belén.

Lali: ¿Belén?- cerró el libro- ¿Qué tiene que ver ella con los caballos?- Peter rió al ver la expresión de Lali.

Peter: Algunos le pertenecen. Además, cabalga más rápido que la mayoría de los hombres del condado. El hecho es, mi pequeña esposa, que la necesito- Lali se puso de pie y lo miró.

Lali: Pero ¿qué puedo hacer yo?- Peter la miró con indulgencia y la besó en la nariz.

Peter: En primer lugar, no preocupar tu hermosa cabecita, en segundo lugar, cuidar a mi niño y por último, entibiar mi cama- dicho esto, se marchó.

Por un momento, Lali se quedó donde estaba. Su primer impulso fue llorar, pero estaba harta de hacerlo. No estaba dispuesta a quedarse sentada, sola y cuidar al hijo de Peter. La vida tenía que ser algo más que el solo hecho de vivir por unos pocos instantes a solas con un hombre al que sólo le importaba lo que ella llevaba en su vientre.

Cuando Peter realmente quería algo, buscaba a la mujer a quien siempre había recurrido: Belén. Ella, con su orgullo y su arrogancia, con su seguridad de poder hacer cualquier cosa en el mundo.

Sin pensarlo más, se dirigió al dormitorio y empezó a hacer el equipaje. La idea de hacer algo, cualquier cosa, la hizo darse prisa. En el tocador había un estuche con un brazalete de zafiros y un par de pendientes de diamantes. Habían pertenecido a la madre de Peter y él se los había obsequiado a Lali. Vaciló sólo un momento y luego los guardó también en la maleta.

Se puso una gruesa capa, se dirigió a la puerta, se cercioró de que nadie la viera y se encaminó a la escalera. Antes de bajar, se detuvo para contemplar lo que alguna vez fuera suyo. ¡No! Nunca había sido suyo. Con renovada decisión, regresó corriendo a la biblioteca y escribió de prisa una nota para Peter, en la cual le decía que se marchaba y que él quedaba en libertad para tener a la mujer que amaba. Luego abrió un cajón y vació en su bolsillo el contenido de una caja de monedas.

Fue fácil salir de la casa sin ser vista. Los sirvientes estaban ocupados asegurando las ventanas y las puertas en preparación para la tormenta que se olía en el aire como lana mojada. La casa daba al río pero por detrás de ella había un sendero escabroso que, según Peter, era un camino. La mayoría se trasladaba por agua y Lali decidió tomar el sendero para evitar que la descubrieran.

Caminó durante una hora. El aire estaba pesado por la tormenta y finalmente, comenzó a llover. El sendero se cubrió de un lodo que se adhería a los zapatos y dificultaba mucho la marcha.

-¿Quiere que la lleve, jovencita?- preguntó alguien. Lali se volvió y halló una carreta conducida por un anciano- No hay mucha protección de la lluvia, pero es mejor que caminar- insistió el hombre. Lali le tendió la mano, agradecida y él la ayudó a subir.

 CONTINUARÁ...

Se viene el giro de la novela...

viernes, 17 de febrero de 2012

CAPITULO 46




CAPITULO 46

Lali no pensó que pudiera bajar la escalera con tanta rapidez pero al llegar abajo, el beso apenas terminaba.

Belén: ¿Aún pensas darme con el látigo?- preguntó, en un tono lo suficientemente alto para que Lali alcanzara a oírla- O tal vez pueda convencerte de usar algo un poco más pequeño... muy poco más pequeño, si mal no recuerdo- Peter la tomó por los brazos y la apartó bruscamente.
Peter: Belén, antes de que sigas haciendo el ridículo, creo que deberías conocer a alguien- Se volvió, aparentemente consciente de dónde estaba Lali- Te presento a mi esposa.

Muchas expresiones pasaron por el rostro de Belén. Las cejas arqueadas se juntaron y sus ojos verdes se encendieron. Las aletas de su nariz patricia se inflamaron y sus labios sensuales asumieron un rictus. Parecía a punto de decir algo, pero calló. Miró a Peter y le dio una bofetada que resonó contra la inmensa casa. En pocos segundos volvió a montar, tiró con fuerza de las riendas y dirigió el caballo hacia el este, golpeándolo salvajemente con el: látigo.

Peter la observó un momento, masculló algo como "No tiene derecho de tratar así a los animales", apretó la mandíbula lastimada y se volvió hacia su esposa.

Peter: Era Belén Chavanne, nuestra vecina más próxima- con esa serena declaración pareció poner punto final al episodio.

Lali, paralizada y rígida, vio la vivida impresión de la mano de Margo en la mejilla de Peter cuando él se inclinó para besarla.

Peter: Te veré esta noche. ¿Por qué no te acuestas un rato? Estás algo pálida. Queremos un bebé sano, no lo olvides.

Dicho esto, hizo una señal a su ayudante que estaba detrás de Lali, para que lo siguiera y se dirigió hacia el ala oeste de la casa, a su oficina. Lali tardó largo rato en recuperarse lo suficiente para volver a la casa. Durante todo el día la acosó el recuerdo de la altiva y espléndida Belén. En dos oportunidades se detuvo ante un espejo y se observo: sus ojos grandes, su cara delgada y su aire general de dulzura.

Belén Chavanne no tenía nada de dulzura. Hundió las mejillas y trató de imaginarse más sofisticada, con una belleza superior, pero se dio por vencida con un profundo suspiro.

En los días siguientes comenzó a prestar atención cada vez que se mencionaba el nombre de Belén y descubrió que durante años se había dado por sentado que Peter se casaría con ella. Durante la ausencia de Peter y de León, Belén manejaba la enorme plantación además de la propia.

Con cada palabra que oía, Lali tenía cada vez menos confianza en sí misma. ¿Acaso había frustrado aquel matrimonio al toparse con Peter aquella noche en el puerto? ¿Por qué Peter se había casado con ella, si no porque esperaba su bebé? Cuando intentó plantear esas dudas a Peter, él sólo rió. Estaba demasiado ocupado con la siembra de primavera para poder hablar mucho y cuando quedaban a solas, las manos de él sobre su cuerpo le hacían olvidar todo.

Una semana después de la visita de Belén, Lali estaba en el corredor del ala este, aborreciendo la idea de ir a la cocina. Era hora de examinar el menú de la semana siguiente... y de afrontar a Malvina, la cocinera. La mujer había experimentado una instantánea antipatía hacia Lali y todo el tiempo mascullaba por lo bajo. Una de las criadas mencionó que Malvina estaba emparentada con la familia Chavanne y desde luego, había pensado, como todos los demás, que Peter se casaría con Belén. Finalmente, Lali se armó de coraje y se dirigió a la cocina.

Malvina: Ahora no tengo tiempo de hacer nada más- dijo antes de que Lali pudiera hablar- Acaba de llegar un cargamento de hombres y tengo que darles de comer- Lali se negó a amilanarse.
Lali: Me parece perfecto. Sólo tomaré una taza de té y en otro momento podemos ver el menú.
Malvina: Nadie tiene tiempo para preparar té- replicó la cocinera, con una mirada de advertencia
a sus tres jóvenes ayudantes.

Lali enderezó los hombros y se dirigió a la olorosa y humeante estufa de hierro fundido que había contra una pared.

Lali: Puedo hacerlo yo misma- dijo, con lo que esperaba fuera un tono de desprecio disimulando que no tenía idea de cómo se preparaba una taza de té.

Se volvió apenas para mirar a la cocinera con odio y con una sonrisa desdeñosa en los labios, levantó la tetera. La sonrisa se esfumó al instante, Lali gritó, dejó caer la tetera caliente y tuvo que retroceder de un salto para no salpicarse con el agua hirviente. Detrás de ella se oyó la risa maliciosa de la cocinera, y lo único que pudo hacer Lali fue contemplar con impotencia su mano quemada.

-Tome- dijo una de las criadas con amabilidad mientras aplicaba mantequilla fresca a la mano de Lali- Déjese esto puesto y vaya a sentarse. Yo le llevaré su té.

Dijo la última frase con un susurro, señalando a la cocinera. En silencio y con la cabeza gacha, Lali salió de la cocina, con los dedos extendidos y la mantequilla derritiéndose sobre su calor palpitante. Quería ir directamente a su dormitorio, pero un joven le informó que alguien la esperaba en la sala. Lali estaba preguntándose cómo podría escapar cuando Belén apareció en la escalera radiante, con un vestido de raso azul.

Belén: ¿Qué te has hecho, pequeña?- preguntó, bajando la escalera de prisa- Charles, trae vendas a la sala y que Malvina nos envíe té. ¡Con jerez! Y dile que quiero un poco de su pastel de frutas.
-Sí, señora- respondió el joven y se alejó de prisa. Belén tomó a Lali por la muñeca y la ayudó a subir la escalera.
Belén: ¿Qué hiciste para quemarte tanto?- con el orgullo tan herido como la mano, Lali se alegró de tener la compasión de Belén.
Lali: Levanté la tetera caliente- respondió, avergonzada. Sin inmutarse, Belén la condujo a un sofá. En un instante apareció una criada que Lali estaba segura de no haber visto jamás, con vendas y paños limpios.
Belén: ¿Y dónde has estado tú, Sally?- le preguntó con severidad- ¿Siempre tratando de salvarte del trabajo?
-No, señora. Todas las mañanas ayudo al ama, ¿no es cierto, señora?- dijo, mirando a Lali con descaro. Lali no respondió. Había conocido a demasiada gente en las últimas semanas. Belén tomó las vendas.
Belén: ¡Salí de aquí, embustera! Y ten cuidado, o haré que Peter me traspase tu contrato- con una expresión de terror, la criada se marchó. Belén se sentó en el sofá, junto a Lali- Ahora déjame ver tu mano. Realmente te has quemado mucho. Debiste sostener la tetera bastante tiempo. Espero que hables con Peter sobre los sirvientes. Él les deja hacer lo que quieran, y por eso se creen dueños de esta casa. Es por eso que desde hace tanto tiempo Peter pensaba casarse. Necesita una mujer fuerte que pudiera ocuparse de un establecimiento tan grande.

Mientras hablaba, vendaba con ternura la mano de Lali. Cuando terminó, regresó Charles con una enorme bandeja: un exquisito servicio de té georgiano y dos tazas, y una asombrosa variedad de bocadillos y emparedados.

Belén: Malvina no se esmeró mucho- observó examinando la bandeja con desdén- Quizá ya no me considera una visita. Decile- ordenó a Charles- que pasaré a hablar con ella antes de marcharme.
-Sí, señora- respondió Charles con una reverencia y salió de la habitación.
Belén: Ahora bien- prosiguió con una sonrisa- yo serviré, pues no podrás hacerlo con esa mano.

Con la mayor facilidad, Belén sirvió el té, le añadió una buena medida de jerez y eligió un bocadillo para Lali.

Belén: En realidad, he venido a disculparme- dijo, al tiempo que se servía y hacía a un lado el té- No imagino lo que habrás pensado de mi imperdonable grosería la semana pasada. Estaba demasiado avergonzada para regresar y pedirte que me recibieras después de lo ocurrido- a Lali le agradó la humildad de aquella imponente mujer
Lali: Yo... Deberías haber venido- respondió. Belén apartó la vista y prosiguió.
Belén: Verás, Peter y yo hemos estado muy unidos desde niños, y todos daban por sentado que algún día nos casaríamos. Por eso me sorprendí mucho cuando te presentó como su esposa- miró a Lali con ojos suaves y suplicantes- Lo entendés, ¿verdad?
Lali: Por supuesto- murmuró
.
¡Cuánto se parecían Peter y Belén, ambos tan seguros de sí mismos! Eran los soberanos del mundo.

Belén: Mi padre murió hace dos años- continuó, con tanto dolor en la voz que Lali se apiadó de ella- Desde entonces, dirijo sola mi plantación. Claro que es mucho más pequeña que ésta, pero ya es bastante.

Lali pensó, consternada, que tenía ante sí a una mujer capaz de dirigir toda una plantación, mientras que ella ni siquiera sabía preparar una taza de té. Al menos había una cosa que sí sabía hacer bien. Sonriendo, bajó la cabeza y dijo:

Lali: Peter espera que nuestros hijos lo ayuden con la plantación. Claro que aún falta mucho tiempo para eso, pero éste ya tiene un buen comienzo- al notar que Belén no respondía, Lali levantó la vista y vio fuego en sus ojos.
Belén: ¡De modo que es por eso que Peter se casó contigo!- exclamó, con una voz que- provenía de lo más profundo de su ser. Lali la miró, atónita.

CONTINUARÁ…

 Este cap va dedicado para las que firmas siempre :)

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CAPITULO 45




CAPITULO 45

Lali: ¡Sos rico!- exclamó, con un nudo en la garganta.
Peter: ¿Lloras porque soy rico?- preguntó, incrédulo.

Aunque tratara de explicárselo, Lali sabía que él nunca lo entendería. Peter siempre estaba seguro de hacerlo todo bien, jamás se le ocurría dudar de que pudiera lograr alguna cosa. No sabía lo que era ser inútil. Ahora esperaba que ella manejara la casa, las dependencias, los sirvientes y ya que estaba, que ofreciera una fiesta para unos doscientos amigos.

Peter: No puedo ayudarte si no me dices lo que te ocurre- insistió Peter mientras le entregaba un pañuelo- No podes enfadarte porque no soy un granjero pobre.
Lali: ¿Cómo...?- sollozó- ¿Cómo puedo...? ¡Ni siquiera he visto un telar en toda mi vida!- Peter tardó un momento en entender a qué se refería.
Peter: No tendrás que tejer vos, sólo ordenar a otro que lo haga. Las mujeres te traerán sus problemas y tú los resolverás, es muy sencillo.

¡Nunca se lo haría entender! Lali se levantó de un salto y echo a correr otra vez. Volvió por el pasillo, pasó por el salón de baile y de allí a otro corredor, hasta que al fin encontró su dormitorio y se echó sobre la cama con un revoloteo de faldas de muselina y enaguas.

A pesar de sus sollozos oyó los pasos lentos de Peter que se acercaba. Se detuvo en la puerta, la observó un momento y decidió que ella necesitaba estar sola. Al oírlo marcharse, Lali se echó a llorar con más fuerza.

Horas más tarde, una criada llamó suavemente a la puerta y le preguntó qué deseaba cenar. Lali estuvo a punto de responder pero luego comprendió que ni siquiera sabía qué comidas había en América.

Finalmente, dijo a la muchacha que no tenía apetito y le pidió que se marchara, tal vez pudiera quedarse en esa habitación para siempre, sin tener que enfrentarse al mundo exterior.

A pesar de la primera impresión de Lali acerca de lo difícil que era dirigir una plantación, distaba mucho de la realidad. Peter se levantó antes del amanecer y en pocos minutos, había mujeres en la habitación que comenzaron a hacer preguntas a Peter. Al ver que ella no tenía idea de las respuestas, comenzaron a mirarse de soslayo. En un momento, una de las criadas murmuró algo acerca de cómo un hombre como Peter había podido casarse con alguien como ella.

Y por todas partes oía el nombre de Belén. Una tejedora le mostró diseños que le había dado Belén. Un jardinero plantaba bulbos de la señorita Belén. En el cuarto azul halló vestidos que pertenecían a la señorita Belén, que a menudo se hospedaba allí.

Durante la cena, le preguntó a Peter por esa mujer pero él se limitó a encogerse de hombros y explicó que era una vecina. Después de tanto tiempo lejos de su plantación, estaba atiborrado de trabajo. Aun durante las comidas revisaba papeles con sus dos ayudantes, cifras de bienes recibidos y bienes expendidos. Lali no quería agotarlo más habiéndole de sus problemas.

Un día, el mundo de Lali se detuvo en seco. Peter había regresado para cenar de prisa y le hablaba con
la boca llena acerca de la llegada de un nuevo barco desde Inglaterra. En ese momento lo sobresalió el sonido de los cascos de un caballo en el camino de ladrillos. Se oyó el chasquido de un látigo seguido por un agudo relincho y Peter se dirigió a la ventana, de prisa.

Peter: ¡Belén!- gruñó- Si vuelves a golpear a ese caballo, te daré a ti con ese látigo- una risa profunda y seductora pareció llenar el corredor.
Belén: Mejores hombres que vos lo han intentado, mi amor- respondió una voz femenina y luego se oyó otro chasquido y otro relincho.

La casa entera tembló cuando Peter bajó la escalera. Lali, dejó la servilleta sobre la mesa y se dirigió a la ventana. Abajo había una morocha bellísima que llevaba un traje de montar verde esmeralda sobre su atractiva figura. Su cintura pequeña y sus caderas redondeadas hicieron que Lali mirara sus propias curvas pero en un instante volvió a mirar a la mujer que montaba a su semental negro que corcoveaba, furioso, en el patio. La mujer parecía controlar con facilidad a aquel inmenso animal. Miraba hacia el frente de la casa y al ver aparecer a Peter, volvió a reír y levantó el látigo.

En pocos segundos Peter dio un salto y le arrebató el látigo levantado pero la mujer clavó sus talones al caballo y lo hizo retroceder. En ningún momento perdió el equilibrio ni la confianza cuando el animal levantó las patas delanteras y cuando volvió a bajarlas ella amenazó volver a clavarle los talones pero Peter fue más rápido que ella. La tomó del brazo con una mano y, con la otra, las riendas. Por un momento forcejearon, la risa de la mujer llenaba el aire, como si fuera la luz de la luna en pleno día.

Era una mujer alta y fuerte, y con la fuerza del caballo era un excelente rival para Peter. Cuando al fin Peter logró que ella se apeara, lo hizo abrazándose a él y rozando con sus pechos la cara y el pecho de Peter. Luego abrió la boca y lo besó de modo tal que desde la posición de Lali, parecía querer devorarlo.

CONTINUARÁ…


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