CAPITULO 26
Sarah:
¿Cómo puede alguien vivir así?
Lali:
Hazme el favor de pedir a Peter que me envíe agua caliente- dijo con firmeza- Dile
que envíe mucha agua. Y necesitaré también unos trapos y jabón.
Sarah:
Por supuesto- respondió. No envidiaba en absoluto la tarea que tenía Lali por delante.
El
sol se filtraba por las ventanas del camarote de Gastón Dalmau y relucía sobre
el cabello de Lali, haciendo resaltar los mechones dorados en la penumbra.
Iluminaba también su suave y perfumado vestido de muselina y destacaba cada uno
de los diminutos pimpollos bordados con hilo dorado. La muchacha sostenía un
libro y, al leerlo en voz alta, sus palabras eran tan serenas como la imagen
que mostraba ella.
Gastón
estaba recostado sobre cojines limpios, junto a la ventana, con un brazo en cabestrillo
y la camisa blanca abierta en el cuello. Había pasado un mes desde que Lali lo encontrara,
solo y enfermo, en su camarote. Con el primer balanceo del barco, Gastón se había
descompuesto y había bajado a su camarote. Horas más tarde, se cayó de su
litera en forma tal que se fracturó el antebrazo. Dolorido, descompuesto, débil
e indefenso, no pudo pedir ayuda. En un intento de retornar a la cama, volvió a
caer y el nuevo dolor le hizo perder el conocimiento. Cuando Lali lo encontró,
Gastón no tenía idea de quién era ni dónde estaba, y durante días, después de
qué le entablillaron el brazo, nadie creyó que sobreviviría.
Durante
todo ese tiempo, Lali nunca se había apartado de él. Limpiaba el camarote, lavaba
a Gastón, se sentaba a su lado, lo convencía de que bebiera un poco de caldo de
carne, le levantaba el ánimo. David no era buen paciente. Estaba seguro de que
moriría, de que nunca volvería a ver Inglaterra, de que Norteamérica y sus
habitantes serían responsables de su muerte. Pasaba horas enteras relatando a
Lali que había tenido una premonición de que ésos serían sus últimos días en
este mundo. Lali, por su parte, se alegraba de tener una excusa para apartarse
de la presencia abrumadora de Peter, de que por una vez en su vida alguien la
necesitara, de no sentirse una carga.
Gas:
Por favor, Lali- pidió con mal humor- No leas más, preferiría que
conversáramos- movió su brazo herido con una mueca de dolor.
Lali:
¿De qué te gustaría hablar? Creo que ya hemos agotado todos los temas.
Gas: Todos
los temas relativos a mi vida, querrás decir. Yo sigo sin saber nada sobre ti. ¿Quiénes
fueron tus padres? ¿En qué zona de Liverpool vivías? ¿Cómo conociste a ese americano?-
Lali dejó el libro a un lado y se puso de pie.
Lali:
Tal vez deberíamos subir a dar un paseo por la cubierta. Es un día espléndido y
a ambos nos hará bien caminar- con una leve sonrisa, Gastón bajó los pies al
suelo esperó con paciencia que Lali lo ayudara a levantarse.
Gas: Mi
misteriosa dama- dijo, en un tono que revelo que, en realidad, le agradaba no
saber mucho sobre ella.
Llegaron
a la cubierta, ella tomándolo por la cintura y él por los hombros y la primera
persona con quien se encontraron fue Peter. Lali no pudo sino notar el
contraste entre el joven rubio y delgado con su ropa inmaculada y la robustez
de Peter, con su ropa que olía a sudor masculino y al aire salado del mar.
Peter:
¿De paseo?- observó con cortesía pero al mismo tiempo levantó una ceja y
dirigió a Lali una sonrisa burlona. Gastón asintió fríamente, casi con
grosería, y luego impulsó a Lali a seguir caminando.
Gas:
¿Cómo has podido casarte con alguien así?- dijo cuándo quedaron a solas- Eres
la mujer más dulce y tierna y cuando pienso que tienes que soportar las
atenciones de ese colono enorme e insensible, casi basta para qué vuelva a
enfermarme.
Lali:
¡No es insensible!- protestó- Peter es...
Gas: ¿Es
qué?- preguntó con gran paciencia. La pregunta quedó sin respuesta.
Lali se
apartó de Gastón, se apoyó en el barandal y contemplando el agua, se preguntó
qué significaba Peter para ella. Por las noches la hacía gritar de gozo y el
hecho de que siempre le tuviera lista una tina llena de agua caliente le
demostraba su bondad. No obstante, Lali siempre tenía presente que era su
prisionera.
Gas:
Lali, no has respondido mi pregunta. ¿No te sientes bien? Tal vez estás cansada.
Sé que atenderme no es lo más fácil del mundo: Quizá prefieras...
Lali:
No- respondió con una sonrisa, pues ya conocía esos argumentos- Sabes que
disfruto con tu compañía. ¿Nos sentamos aquí un momento?
Pasó
el resto de la tarde con Gastón pero no lograba prestar atención a lo que él
decía. En cambio, observaba la agilidad con que Peter trepaba por el cordaje
junto al mástil y arrojaba las gruesas y pesadas cuerdas formando una gran
pila. En varias ocasiones Peter se detuvo y le guiñó un ojo, siempre consciente
de que ella lo observaba.
Esa
noche, por primera vez en varias semanas, Lali llegó al camarote antes que
Peter. Finalmente llegó él y al verla, se le iluminó la cara y sonrió con
felicidad. Parecía haberse vuelto más atractivo en esas últimas semanas, con el
rostro bronceado por el sol y los músculos más duros aún que antes.
Peter:
Es bueno verte después de un día agotador. ¿Crees que podrías recibirme con un
beso? ¿O acaso se los has dado todos al joven Dalmau?- la alegría de Lali se
esfumó.
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