domingo, 12 de febrero de 2012

CAPITULO 26




CAPITULO 26

Sarah: ¿Cómo puede alguien vivir así?
Lali: Hazme el favor de pedir a Peter que me envíe agua caliente- dijo con firmeza- Dile que envíe mucha agua. Y necesitaré también unos trapos y jabón.
Sarah: Por supuesto- respondió. No envidiaba en absoluto la tarea que tenía Lali por delante.
El sol se filtraba por las ventanas del camarote de Gastón Dalmau y relucía sobre el cabello de Lali, haciendo resaltar los mechones dorados en la penumbra. Iluminaba también su suave y perfumado vestido de muselina y destacaba cada uno de los diminutos pimpollos bordados con hilo dorado. La muchacha sostenía un libro y, al leerlo en voz alta, sus palabras eran tan serenas como la imagen que mostraba ella.

Gastón estaba recostado sobre cojines limpios, junto a la ventana, con un brazo en cabestrillo y la camisa blanca abierta en el cuello. Había pasado un mes desde que Lali lo encontrara, solo y enfermo, en su camarote. Con el primer balanceo del barco, Gastón se había descompuesto y había bajado a su camarote. Horas más tarde, se cayó de su litera en forma tal que se fracturó el antebrazo. Dolorido, descompuesto, débil e indefenso, no pudo pedir ayuda. En un intento de retornar a la cama, volvió a caer y el nuevo dolor le hizo perder el conocimiento. Cuando Lali lo encontró, Gastón no tenía idea de quién era ni dónde estaba, y durante días, después de qué le entablillaron el brazo, nadie creyó que sobreviviría.

Durante todo ese tiempo, Lali nunca se había apartado de él. Limpiaba el camarote, lavaba a Gastón, se sentaba a su lado, lo convencía de que bebiera un poco de caldo de carne, le levantaba el ánimo. David no era buen paciente. Estaba seguro de que moriría, de que nunca volvería a ver Inglaterra, de que Norteamérica y sus habitantes serían responsables de su muerte. Pasaba horas enteras relatando a Lali que había tenido una premonición de que ésos serían sus últimos días en este mundo. Lali, por su parte, se alegraba de tener una excusa para apartarse de la presencia abrumadora de Peter, de que por una vez en su vida alguien la necesitara, de no sentirse una carga.

Gas: Por favor, Lali- pidió con mal humor- No leas más, preferiría que conversáramos- movió su brazo herido con una mueca de dolor.
Lali: ¿De qué te gustaría hablar? Creo que ya hemos agotado todos los temas.
Gas: Todos los temas relativos a mi vida, querrás decir. Yo sigo sin saber nada sobre ti. ¿Quiénes fueron tus padres? ¿En qué zona de Liverpool vivías? ¿Cómo conociste a ese americano?- Lali dejó el libro a un lado y se puso de pie.
Lali: Tal vez deberíamos subir a dar un paseo por la cubierta. Es un día espléndido y a ambos nos hará bien caminar- con una leve sonrisa, Gastón bajó los pies al suelo esperó con paciencia que Lali lo ayudara a levantarse.
Gas: Mi misteriosa dama- dijo, en un tono que revelo que, en realidad, le agradaba no saber mucho sobre ella.

Llegaron a la cubierta, ella tomándolo por la cintura y él por los hombros y la primera persona con quien se encontraron fue Peter. Lali no pudo sino notar el contraste entre el joven rubio y delgado con su ropa inmaculada y la robustez de Peter, con su ropa que olía a sudor masculino y al aire salado del mar.

Peter: ¿De paseo?- observó con cortesía pero al mismo tiempo levantó una ceja y dirigió a Lali una sonrisa burlona. Gastón asintió fríamente, casi con grosería, y luego impulsó a Lali a seguir caminando.
Gas: ¿Cómo has podido casarte con alguien así?- dijo cuándo quedaron a solas- Eres la mujer más dulce y tierna y cuando pienso que tienes que soportar las atenciones de ese colono enorme e insensible, casi basta para qué vuelva a enfermarme.
Lali: ¡No es insensible!- protestó- Peter es...
Gas: ¿Es qué?- preguntó con gran paciencia. La pregunta quedó sin respuesta.

Lali se apartó de Gastón, se apoyó en el barandal y contemplando el agua, se preguntó qué significaba Peter para ella. Por las noches la hacía gritar de gozo y el hecho de que siempre le tuviera lista una tina llena de agua caliente le demostraba su bondad. No obstante, Lali siempre tenía presente que era su prisionera.

Gas: Lali, no has respondido mi pregunta. ¿No te sientes bien? Tal vez estás cansada. Sé que atenderme no es lo más fácil del mundo: Quizá prefieras...
Lali: No- respondió con una sonrisa, pues ya conocía esos argumentos- Sabes que disfruto con tu compañía. ¿Nos sentamos aquí un momento?

Pasó el resto de la tarde con Gastón pero no lograba prestar atención a lo que él decía. En cambio, observaba la agilidad con que Peter trepaba por el cordaje junto al mástil y arrojaba las gruesas y pesadas cuerdas formando una gran pila. En varias ocasiones Peter se detuvo y le guiñó un ojo, siempre consciente de que ella lo observaba.

Esa noche, por primera vez en varias semanas, Lali llegó al camarote antes que Peter. Finalmente llegó él y al verla, se le iluminó la cara y sonrió con felicidad. Parecía haberse vuelto más atractivo en esas últimas semanas, con el rostro bronceado por el sol y los músculos más duros aún que antes.

Peter: Es bueno verte después de un día agotador. ¿Crees que podrías recibirme con un beso? ¿O acaso se los has dado todos al joven Dalmau?- la alegría de Lali se esfumó.

 CONTINUARÁ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario