jueves, 9 de febrero de 2012

CAPITULO 4




CAPITULO 4

Peter salió de la habitación y rió al oír el golpe de la almohada contra la puerta ya cerrada. El sonido de la llave al girar en la cerradura dio a Lali la impresión de que le hubieran colocado cadenas en los tobillos. El horrible silencio era casi ensordecedor para Lali, que contemplaba, sentada y aturdida, la gran habitación sin verla en realidad. Por un momento no pudo creer que no estuviera en casa, en su dormitorio. En cambio, en las últimas horas su mundo se había derrumbado a su alrededor. Había oído a su amado decir que no quería casarse con ella, y a su único familiar admitir que ella no le importaba. Y ahora, lo peor de todo: ya no tenía su virtud y era prisionera de un salvaje americano. Prisionera, pensó. Sin saberlo, había estado prisionera toda su vida, en una jaula dorada con un bonito jardín.

Mientras estos pensamientos pasaban por su mente, comenzó a mirar a su alrededor. Había una gran ventana en una pared, y se le ocurrió que esta vez quizá pudiera hacer algo respecto de su confinamiento. Si pudiera escapar, seguramente hallaría ayuda, tal vez alguien que la aceptara o le diera un trabajo. Al pensar eso, se detuvo. ¿Qué sabía hacer? ¿Cómo podría ganarse la vida durante cinco años hasta que pudiera heredar? Lo único que realmente sabía hacer bien era cultivar flores. Tal vez... No, Lali, se previno. No es el momento de irse por la tangente. Primero debía escapar y demostrar a aquel arrogante que no podía secuestrar a una inglesa y mantenerla, dócil, en su custodia.

Se levantó y comprendió que su primer problema era la ropa. En un rincón de la habitación había un baúl pero luego de una rápida inspección vio que estaba cerrado con llave. Cuando llamaron a la puerta, se sobresaltó y apenas tuvo tiempo para ponerse la camisa de Peter antes de que entrara una muchacha regordeta y de mejillas sonrosadas, cargando una bandeja de comida.

-El señor Peter me dijo que le trajera comida y agua para bañarse si la desea- dijo la muchacha, nerviosa, mirando a su alrededor y sin apartarse de la puerta cerrada a sus espaldas.
Lali: ¿Puede conseguirme algo de ropa? Por favor. Puedo devolvérsela más tarde pero necesito algo más que la camisa de ese hombre.
-Lo siento, señorita, pero el señor Peter me ordenó que no le diera ropa ni nada más que comida y agua caliente, y que le dijera que contrató a un hombre para que vigile la ventana todo el día, por si usted trataba de escapar por ahí- Lali corrió a la ventana y vio que lo que decía la mujer era verdad.
Lali: Tiene qué ayudarme- suplicó- Este hombre me tiene prisionera. Por favor, ayúdeme a escapar- la muchacha dejó la bandeja de prisa, con los ojos dilatados por el temor.
-El señor Peter me amenazó de muerte si la dejo ir. Lo siento, señorita, pero tengo que pensar en mí- sin una palabra más, la muchacha se marchó y volvió a cerrar la puerta con llave.

Al principio, Lali no estaba segura del sentimiento que la recorría. Toda su vida había sido agradable, despreocupada, con pocos problemas que enfrentar y menos personas que conocer pero ahora todo empezaba a acumularse sobre ella y comenzaba a abrumarla. No había sido su intención abandonar la casa de su tío pero tampoco quería seguir prisionera de un hombre horrible.

Levantó la bandeja con ambas manos, la arrojó contra la pared y luego observó cómo los huevos y el jamón se deslizaban por la suave superficie de yeso. Aquella reacción en lugar de mejorar su ánimo, lo empeoró. Se arrojó sobre la cama, gritó con la cara hundida en la almohada pataleó y la emprendió a puñetazos contra el colchón de plumas.

A pesar de la furia y de la total frustración que sentía por su desamparo, el cansancio pudo más. A medida que sus músculos empezaron a relajarse, cayó en un sueño profundo, como sin vida. Ni siquiera despertó cuando la criada limpió la comida de la pared, ni cuando Peter entró cargado de cajas coloridas, se inclinó sobre ella y sonrió al ver su rostro dulce e inocente.

Peter: Sos un bocadillo muy dulce- susurró al tiempo que le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.

Cuando Lali empezó a despertar, él se apartó, pues quería verla desperezarse, cómo su cuerpo curvilíneo formaba incitantes colinas y valles en la camisa que llevaba puesta. Al desperezarse, con los ojos aún cerrados, los pechos de Lali presionaron contra los botones, con lo cual se formó una abertura que reveló por un instante un exquisito diamante de carne. Esbozó una leve sonrisa hasta que abrió los ojos y lo descubrió observándola.

Lali: ¡Usted!- con un ágil brinco, se levantó y se abalanzó hacia él con los puños cerrados y los faldones de la camisa aleteando. Peter atrapó con una sola mano las dos de la muchacha.
Peter: Vaya, eso es lo que yo llamo un buen recibimiento- murmuró y la atrajo a sus brazos- No es fácil recordar que debo tratarte como a una dama cuando te arrojas así a mis brazos.
Lali: Yo no me arrojé- replicó con los dientes apretados- ¿Por qué siempre lo distorsiona todo? No deseo nada de usted, salvo que me permita marcharme. No tiene derecho...- un beso rápido la interrumpió.
Peter: Ya sabes que te dejaré ir en cuanto me digas adonde debo llevarte. Una muchacha como vos debe de tener familiares. Dame un nombre y te llevaré con ellos.
Lali: ¿Para qué se ufane de lo que me ha hecho? No, yo jamás aceptaría una cosa así. Déjeme ir, y yo llegaré sola a casa.
Peter: No sabes mentir- sonrió- Esos ojos que tienes son tan claros como los de una muñeca. Todos tus pensamientos están escritos en ellos. Te he dicho varias veces cuáles son mis condiciones para liberarte y no pienso cambiarlas. Yo no voy a ceder, de modo que tendrás que resignarte a hacerlo vos- Lali se apartó de él con fastidio.
Lali: Puedo ser tan obstinada corno usted- sonrió con aire perverso-  Además, sé que pronto zarpará rumbo a América. Entonces tendrá que liberarme- Peter pareció pensarlo un momento.
Peter: Es verdad, tendré que hacer algo con vos- respondió rascándose el mentón- Odiaría tener que marcharme a América y dejar esas piernas tuyas sin protección adecuada.

CONTINUARÁ…




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