LA MUJER PÉRDIDA
PROLOGO
La casa Esposito se hallaba, serena y
silenciosa, en medio de casi una hectárea de jardines. Era una casa pequeña,
sin mayores pretensiones, que parecía exactamente lo que era: la vivienda de un
caballero inglés en 1797. Sólo un observador muy perspicaz podía percatarse de
que dos de las canaletas para la lluvia estaban un poco hundidas, o de que a una
de las chimeneas le faltaba una esquina, o incluso de que en algunos bordes la
pintura comenzaba a deteriorarse.
Dentro, la única habitación totalmente
iluminada era el comedor pero allí también se advertían rastros de abandono. En
las sombras, el tapizado de las sillas georgianas estaba deshilachado y
descolorido. Los adornos de yeso del altísimo techo habían empezado a cascarse,
y en una pared había un espacio más claro donde alguna vez hubo un cuadro pero
la muchachita que estaba sentada a un lado de la mesa no prestaba atención a
todas las imperfecciones de la habitación pues tenía los ojos fijos en el
hombre que se hallaba frente a ella.
Benjamín Amadeo curvó su muñeca para
que el puño con volantes de seda de su camisa no se manchara con el jugo de la carne
asada. Se sirvió un solo- rozo y sonrió a la muchacha en forma poco convincente.
Barto: Deja de mirar las moscas y come tu
cena- ordenó Bartolomé Herrera a su sobrina y de inmediato apartó la vista de
ella- Bien, Amadeo, ¿qué decías sobre la caza en tu finca?
Mariana Esposito trató de mirar su
comida, incluso de probar algunos bocados pero no lo logró. No entendía cómo
podían esperar que se calmara y comiera en un momento así, cuando estaba tan
cerca del hombre que amaba. Echó otro vistazo a Benjamín a través de sus largas
pestañas oscuras. Él tenía aspecto aristocrático: nariz fina y ojos azules, almendrados.
Su chaqueta de terciopelo y su chaleco de brocado dorado sentaban a la perfección
a su físico delgado y elegante. Tenía el cabello rubio bien arreglado. Cuando Lali
lanzó un profundo suspiro, su tío volvió a dirigirle una mirada de
desaprobación. Amadeo enjugó con delicadeza las comisuras de sus labios finos.
Benja: Tal vez mi prometida desee dar
un paseo a la luz de la luna- sugirió pronunciando cada palabra con claridad.
¡Prometida!, pensó Lali. En una semana
se casarían y entonces Benjamín seria sólo para ella, para amarlo y cuidarlo
con devoción, para abrazarlo, le pertenecería sólo a ella. Abrumada por la
emoción, no pudo hablar, sólo asintió en respuesta. Al arrojar la servilleta sobre
la mesa, notó una vez más la mirada reprobatoria de su tío. No se estaba comportando
como una dama. De allí en adelante, se recordó por milésima vez, no debería
olvidar quién era ella... y quién habría de ser: la esposa de Benjamín Amadeo.
Cuando Benjamín le ofreció el brazo, Lali trató de no aferrarlo con demasiada
fuerza. Quería bailar de gozo, reír de felicidad, abrazar al hombre que amaba.
En cambio, lo siguió con sosiego hacia el fresco jardín
Benja: tal vez deberías haber traído un
chal- observó una vez que salieron de la casa.
Lali: oh, no- replicó casi sin aliento,
acercándose más a él- No quería perder un solo minuto para estar contigo-
Amadeo se dispuso a decir algo pero, aparentemente, cambió de parecer y apartó
la vista.
Benja: sopla viento del mar y está más
fresco que anoche.
Lali: oh, Benja- suspiró- En sólo seis días
estaremos casados. Soy la mujer más feliz del mundo.
Benja: bueno, es probable- respondió de
prisa, mientras se desembarazaba del brazo de ella- Sentate aquí- lo ordenó en
un tono muy similar al que siempre utilizaba con ella su tío, un tono que reflejaba
impaciencia y exasperación.
Lali: preferiría caminar con vos
Benja: ¿Vas a empezar a desobedecerme
aun antes de casarnos?- la reprendió, mirándola a los ojos. Esos ojos, grandes
y confiados, delataban todo lo que la muchacha pensaba y sentía. Estaba bonita
con su vestido de muselina de cuello alto, aunque le daba un aspecto infantil
pero a él lo atraía tanto como un cachorrito que suplica afecto. Se apartó unos
pasos antes de hablar- ¿Está todo listo para la boda?
Lali: el tío Barto lo planeó todo.
Benja: claro... como siempre- murmuró-
Entonces volveré la próxima semana para la ceremonia.
Lali: ¡la próxima semana!-exclamó al
tiempo que se levantaba de un brinco- ¿No antes? Pero, Benja... nosotros...
yo...- no le prestó atención y volvió a ofrecerle el brazo.
Benja: creo que ahora deberíamos
regresar a la casa. Si todo lo que hago te desagrada, tal vez debiera
reconsiderar este matrimonio.
Una sola entrada de Amadeo bastó para
detener las protestas de la joven. Volvió a decirse que no debía olvidar sus
modales y sí guardar silencio, que nunca debía dar a su amado motivos para
criticarla. De regreso en el comedor, su tío y Barto pronto la enviaron a su
habitación. Lali no se atrevió a protestar, temía que Benjamín volviera a
sugerir que cancelaran la boda. Una vez en su cuarto, pudo desahogarse.
Lali: ¿No es maravilloso, Julia?- exclamó,
alborozada, a su: criada. ¿Alguna vez viste un brocado como ése? Solamente un
perfecto caballero elegiría ese género. ¡Y qué modales! Lo hace todo
correctamente, todo a la perfección. Cómo quisiera ser como él, siempre tan segura
de mí misma, saber que hasta el mínimo movimiento es correcto!- Julia frunció
el ceño.
Julia: a mí me parece que un hombre
debe tener más que buenos modales- replicó, con su acento del oeste- Ahora
quédese quieta y quítese ese vestido. Ya es hora de que esté en la cama.
Lali obedeció, siempre obedecía. Algún
día, pensó, llegaría a ser una persona importante: Tenía el dinero que le había
dejado su padre y estaba a punto de casarse con el hombre que amaba. Juntos,
tendrían una casa elegante en Londres, donde ofrecerían las mejores fiestas y
otra en el campo donde ella pudiera estar a solas con su perfecto esposo.
Julia: deje ya de soñar y acuéstese.
Algún día, Mariana Esposito, va a despertar y verá que el mundo no está hecho
de confites y brocados de seda.
Lali: oh, Julia- rió- No soy tan tonta cómo
crees. Pude atrapar a Benja, ¿no es así? ¿Qué otra chica podría hacer eso?
Julia: tal vez cualquiera que tuviera
el dinero de su padre- murmuró mientras arropaba el delgado cuerpo de su ama-
Ahora duérmase y guarde los sueños para la noche.
Lali, obediente, cerró los ojos hasta
que Julia salió de la habitación. ¡El dinero de su padre! Las palabras seguían
resonando en su mente. Claro que Julia se equivocaba, razonó. Benjamín la amaba
por ella misma, porque... Al ver que no recordaba una sola razón que le hubiera
dado Benja para casarse con ella, se incorporó en la cama. La noche en que le
había propuesto matrimonio, Benjamin la había besado en la frente y le había
hablado de su hogar, que pertenecía a su familia desde hacía varias
generaciones.
Echó a un lado las mantas, se dirigió
al espejo y observó su imagen plateada por la luna. Sus grandes ojos oscuros
parecían los de una criatura y no los de una mujer que tenía dieciocho años
desde hacía toda una semana. Su figura esbelta siempre estaba escondida bajo
aquellas ropas que nada revelaban: ropa elegida por su tío. Incluso el camisón
que acababa de ponerse tenía mangas largas y cuello alto.
¿Qué veía Benjamín en ella?, se
preguntó. ¿Cómo podía saber que era capaz de ser sofisticada y elegante si
siempre iba vestida como una niña? Trató de sonreír con aire seductor y dejó un
hombro al descubierto. Ah, sí; si Amadeo la viera así, tal vez haría algo más
que besarla con actitud paternal. Se le escapó una risita muy inmadura al
imaginar la reacción de Benjamín ante la coquetería de aquella novia serena y
gentil. De prisa, miró hacia donde dormía Julia, en el pequeño vestidor contiguo
y pensó que valdría la pena afrontar cualquier castigo de su tío con tal de ver
cómo reaccionaba su amado al verla en camisón. Se puso unas zapatillas sin
tacón y con mucho sigilo, abrió la puerta y bajó la escalera de puntillas.
La puerta de la sala estaba abierta y
dentro había velas encendidas. En medio de un halo dorado estaba sentado Benjamín
y Lali no pudo más que maravillarse al verlo. Pasaron varios minutos hasta que
empezó a prestar atención a lo que decían.
Barto: ¡Mira este lugar!- exclamó con
vehemencia— Ayer me cayó sobre la cabeza un trozo de yeso. Yo estaba ahí,
leyendo el periódico, cuando una maldita flor cayó sobre mí. Benjamin estaba
concentrado en su copa de brandy.
Benja: todo terminará pronto... al
menos para vos. Tendrás tu dinero y podrás arreglar la casa o comprar una
nueva, si lo deseas pero a mí me espera una vida desgraciada- Barto bufó y se
sirvió más brandy.
Barto: hablas como si fueras a prisión.
En realidad, deberías estar agradecido por lo que he hecho por vos
Benja:
¡Agradecido!- se mofó- Me has cargado con una chiquilla torpe, mal educada e insensata.
Barto:
vamos, muchos hombres la aceptarían con gusto. Es bonita, y a muchos les
gustaría su ingenuidad.
Benja:
yo no soy como los demás- a diferencia de muchas personas, Barto no se dejaba
intimidar por Benjamín Amadeo
Barto:
es verdad- respondió con calma- No muchos hombres harían un trato como el que has
hecho vos- terminó su tercer brandy- Pero no discutamos más. Deberíamos estar
celebrando nuestra buena suerte, no atacándonos- levantó su copa llena para
brindar- Por mi querida hermana, con gratitud por haberse casado con su joven
rico.
Benja:
¿Y por haber muerto y dejado todo a tu alcance? ¿No es eso el resto del
brindis?- Benjamín bebió un gran sorbo y se puso serio- ¿Estás seguro con
respecto al testamento de tu cuñado? No quiero casarme con tu sobrina y después
enterarme de que todo fue un gran error
Barto:
¡Lo conozco de memoria!- exclamó enfadado- Pasé los últimos seis años consultando
abogados. La niña no puede tocar ese dinero hasta que tenga veintitrés años, a menos
que se case antes, cosa que no podía hacer hasta cumplir dieciocho años.
Benja:
de no haber sido así, ¿acaso le habrías buscado un marido a los doce años?-
Barto rió entre dientes y dejó su copa en la mesita.
Barto:
tal vez. ¿Quién sabe? Por lo que veo, no ha cambiado mucho desde los doce años.
Benja:
si no la hubieras mantenido prisionera en esta casa, quizá no sería tan
inmadura y poco interesante. ¡Dios mío! ¡Piensa en la noche de bodas! Sin duda,
llorará como un bebé.
Barto:
¡Deja ya de quejarte!- gruño- Tendrás bastante dinero para reparar esa
monstruosa casa que tienes y lo único que tendré yo por todos estos años de
cuidarla es una suma exigua.
Benja:
¡Cuidarla! ¿Cuándo saliste de tu club el tiempo suficiente para siquiera saber
cómo era ella?- suspiró- La dejaré en mi casa y luego iré a Londres. Al menos
ahora tendré dinero para divertirme. Claro que no será agradable no poder
invitar a mis amigos a casa. Quizá contrate a alguien que se encargue de las
tareas de una esposa. No imagino a tu sobrina manejando una casa del tamaño de
la mía.
Al
levantar la vista, vio que Barto había palidecido, sus nudillos se habían
vuelto blancos por la fuerza con que aferraba la copa. Benjamín se volteó con
rapidez y vio a Lali de pie en la entrada. Como si nada hubiese ocurrido, dejó
su copa en la mesita.
Benja:
Lali- dijo con suavidad- No deberías estar levantada a estas horas.
CONTINUARÁ…
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