CAPITULO 31
Lali
abrió los ojos, nerviosa; aún temía mirar hacia donde Peter podía estar o no. Más
tarde, nadie recordaba quién empezó a reír. Quizá no fuera una situación
graciosa pero los marineros estaban aliviados porque al fin habían dejado atrás
la tormenta. Las últimas dos olas habían desviado al barco de su curso y el
cuadro que tenían allí arriba les resultaba sumamente entretenido.
Lali,
a unos tres metros de la cubierta, estaba prácticamente sentada en el cordaje,
con su vestido de muselina empapado y las piernas desnudas entrelazadas en las
cuerdas anudadas, abrazando su propio cuerpo con brazos y piernas. En una mano
tenía una enorme cuerda sujeta a la pierna de Peter, un hombre que la doblaba
en tamaño y que ahora pendía del cordaje como si estuviese durmiendo. Realmente
parecía una niñita que conducía a un extraño animal.
-¡Basta
de risas y bájenlos!- gritó el capitán.
Alentada
por las risas de los hombres, Lali se atrevió a mirar hacia Peter y vio que le
sangraba la sien.
Cuando
tres de los marineros llegaron hasta ella y vieron el estado de Peter, dejaron
de reír.
-Usted
le salvó la vida- dijo uno de ellos con asombro- El ni siquiera sabe que estamos
aquí. No habría podido sostenerse si usted no lo hubiera atado.
Lali:
¿Está bien?
-Respira-
respondió el marinero, pero no agregó más.
Lali:
No, bajen a Peter primero.
Ahora
que comprendían la seriedad de lo que había hecho Lali, los marineros la
contemplaron un momento con incredulidad, luego se volvieron respetuosamente,
sin mirar las piernas desnudas de la muchacha. Con cierta dignidad, Lali logró
bajar con la ayuda de un marinero. Le sorprendió ver hasta qué altura había
llegado por la dificultad que tuvo para descender.
Una
vez en la cubierta sólida, siguió a los hombres que llevaban a Peter al
camarote. Al pasar frente a la puerta de Gastón, uno de los hombres murmuró que
el joven caballero estaba durmiendo. Lali sólo asintió, pues todos sus
pensamientos eran para Peter. Pronto llegó el médico de a bordo y examinó la
herida de Peter.
-Seguramente
lo golpeó la cofa mayor al desprenderse- el médico miró a Lali con admiración- Me
han dicho que usted lo salvó de caer por la borda.
Lali:
¿Se pondrá bien?- preguntó, sin importarle el elogio.
-Nunca
se sabe con estas heridas. A veces sobreviven pero ya no les funciona la mente.
Lo único que podemos hacer es darle de beber agua y evitar que se mueva mucho.
Lamento no poder ayudarla más.
Lali
sólo asintió mientras apartaba el cabello húmedo de la frente de Peter. El
barco seguía sacudiéndose, pero parecía apacible en comparación con las horas
pasadas. Lali se volvió y pidió a uno de los marineros que aún estaban allí que
le llevara agua fresca. Cuando quedó a solas con Peter puso manos a la obra.
Primero lo desvistió, lo cual no fue fácil por el peso de su cuerpo inerte. Lo
envolvió con mantas secas que sacó de un baúl y se detuvo al oír que llamaban a
la puerta. Era Sarah Trumbull.
-Uno
de los marineros vino a buscarme. Me contó una loca historia de que usted ató a
Peter a la vela. Dijo qué Peter estaba herido y que tal vez usted necesitara
ayuda. Y le envía esto- Lali tomó el recipiente con agua.
Lali:
No necesito ayuda pero quizá puedas ayudar a los otros pasajeros-agregó,
señalando con la cabeza en dirección a la puerta cerrada de Gastón- a Sara le
bastó ver el temor que reflejaba el rostro de Lali para comprender que algo andaba
muy mal.
-Todos
rezaremos por él- susurró, y apretó brevemente la mano de Lali.
Otra
vez sola con Peter, comenzó a limpiarle la herida. El corte no era largo pero
aparentemente el golpe había sido muy fuerte, pues Peter estaba totalmente
inconsciente. Luego de limpiarlo y abrigarlo, y al ver que aún no se movía,
Lali se tendió a su lado en la cama y lo acunó en horas más tarde despertó. Se
había dormido de cansancio y sus dientes castañeteaban de frío. No había
reparado en que aún tenía puesta la ropa mojada. Peter estaba inmóvil, inerte,
pálido, su vitalidad habitual había desaparecido.
Lali
se levantó con sigilo y se quitó el vestido mojado y frío. Notó, distraída, que
en algún momento había perdido su capa de lana y que el vestido de muselina
estaba rasgado en varias partes. Pobre Peter, pensó con una sonrisa. Tendría
que comprarle un guardarropa nuevo aun antes de que estuviera listo el primero.
La
idea la hizo llevarse la mano a la boca y se le llenaron los ojos de lágrimas.
Quizá Peter no llegaría a ver su ropa nueva, quizá nunca despertaría de su
sueño. ¡Y todo por culpa de ella! Si no hubiera coqueteado con Gastón, éste no
se habría sentido obligado a demostrar a Peter que era un hombre. Si tan
sólo... Se obligó a pensar en otra cosa. Se dirigió al baúl y sacó un grueso
vestido de seda con cordoncillos de color rojo oscuro, con adornos de raso
negro en la cintura, el cuello y los puños. Se vistió, regresó junto a Peter y
volvió a limpiarle la herida, que aún sangraba un poco.
A
medianoche Peter empezó a moverse y agitarse en la cama, y Lali se esforzó por evitar
que se lastimara al mover los brazos. Su fuerza no podía competir con la de él,
de modo que lo único que podía hacer era subírsele encima, para retenerlo con
el peso de su cuerpo.
Al
amanecer Peter volvió a agitarse y luego pareció dormirse, la mayor parte del
tiempo mantenía los ojos cerrados. Cuando la luz del sol empezó a entrar por la
ventana, Lali se sentó al borde de la cama, apoyó la cabeza en el hombro de
Peter y cayó en un profundo sueño. Lo que la despertó fue la mano de Peter
acariciándole suavemente el cabello. De inmediato se incorporó y lo miró para
ver si había lucidez en sus ojos.
Peter:
¿Por qué estas vestida?- preguntó con voz ronca, como si eso fuera lo más importante
del mundo, Lali no tenía idea de la rigidez que había mantenido su cuerpo en las
últimas horas, pero en ese momento fue tanta la tensión que la abandonó que de
pronto empezó a temblar.
Grandes lágrimas acudieron a sus ojos y rodaron por
sus mejillas. Peter no sólo se pondría bien, sino que además su mente no había
sufrido daño alguno. Peter llevó un dedo a la mejilla de Lali y tocó una
lágrima.
Peter:
Lo último que recuerdo es que oí quebrarse la cofa mayor. ¿Me golpeó en la
cabeza?- Lali sólo pudo asentir, y las lágrimas empezaron a afluir con más
intensidad- ¿Eso fue ayer o anteayer?
Lali:
Anteayer- sentía en la garganta un nudo tan cenado que apenas podía hablar.
Peter esbozó una sonrisa, luego una mueca de dolor finalmente otra sonrisa.
Peter:
Entonces, ¿esas lágrimas son por mí?- nuevamente, Lali sólo pudo asentir. Peter
volvió a cerrar los ojos, sin dejar de sonreír- Valió la pena un golpecito en la cabeza para ver a mi chiquita llorar por mí- murmuró,
antes de dormirse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario