CAPITULO 15
Peter:
Irás a América conmigo- dijo con firmeza, mientras acariciaba el hombro desnudo
de Lali. Se había sentido tan culpable por haberla seducido cuando ella era tan
inocente que se había obligado a pasar dos noches lejos de ella, pero el terror
que había sentido todo el día al no encontrarla, combinado con la imagen
seductora que tenía ahora la muchacha, con el hombro desnudo y el pecho
parcialmente expuesto, lo hizo olvidar la lógica.
Lali:
No me toque- protestó con altivez
Peter:
Podemos estar en desacuerdo con respecto a la... lógica- sonrió al pronunciar
esa palabra- Pero hay un aspecto en el que, aparentemente, estamos de total
acuerdo.
Lali
se esforzó realmente por no responder a las caricias de Peter pero a la larga
le resultó imposible ignorar el contacto de su mano, aquella mano ancha, tibia
y sensual que recorría su cuello. No quería demostrar cuánto la había afectado
lo que le ocurriera, quería que Peter pensara que era valiente, pero en verdad
lo que deseaba era sentarse en sus rodillas y esconderse, tal vez en su
bolsillo. Jamás se había alegrado tanto de ver a alguien como esa tarde, al ver
a Peter delante de ella, con las pistolas desenfundadas. Ladeó la cabeza y
Peter le acarició el cuello. Lali cerró los ojos cuando él llevó la otra mano
al lado opuesto de su cuello.
Peter:
Estás cansada, ¿verdad, amor?- susurró aumentando la presión de sus dedos- Tenés
los músculos tensos.
Lali
asintió en forma apenas perceptible, su cuerpo empezaba a relajarse. No tenía
idea de lo que hacía Peter, sólo sabía que, como por arte de magia, parecía
estar derritiendo su cuerpo. Cerró los ojos y se entregó a él. Apenas se
percató cuando él le quitó el vestido y la tendió, desnuda, sobre la cama. El
sonido suave y profundo de su voz intensificaba aquel nuevo placer que sentía.
Peter:
Cuando era niño, pasé tres años en un barco ballenero. Fue una experiencia terrible,
pero al menos recalamos en algunos lugares interesantes, como la China. Allí aprendí
a hacer esto.
Donde
quiera que lo hubiera aprendido, Lali le estaba agradecida. Peter le clavaba
los dedos y por momentos le hacía daño pero pronto comprendió que cuando se
relajaba, el dolor cesaba. Los dedos de Peter le masajeaban la espalda,
eliminando las molestias que le había provocado el hecho de pasar varias horas
acurrucada en el callejón. Se le aflojaron los calambres en las piernas y
cuando Peter empezó a masajearle los pies, nuevas partes de su cuerpo se
hundieron más en el colchón blando. La sorprendió que incluso sus brazos
estuvieran tensos pero las manos de Peter aflojaron los nudos en los músculos y
los relajaron por completo.
Dado
que Lali estaba demasiado relajada para moverse, él la dio vuelta como si fuera
una pila de trapos y se dispuso a trabajar en la parte delantera. Empezando por
los pies, la frotó, le dio golpecitos, acarició cada centímetro de su cuerpo.
Al llegar a la cara, le acarició con los pulgares los músculos cíe las mejillas
y alrededor de la nariz. La muchacha estaba casi sin sentido. La relajación era
tal que no se percató de la sensualidad del masaje de que las manos fuertes de
Peter y sus ojos sobre su cuerpo desnudo habían despertado en ella la pasión.
Se sentía como un gran gato desperezándose al sol, con cada músculo en paz, en espera
de las aventuras que sobrevendrían. Cuando las manos de Peter volvieron a sus muslos,
le pareció lo más natural del mundo. Con una sonrisa dulce y experimentada,
Lali mantuvo los ojos cerrados pues prefería solamente sentir, rendir su mente
a sus sentidos. El cambio en la presión de las manos de Peter, tal vez su
propio deseo que se filtraba por las yemas de sus dedos, fue sutil, pero ella
lo entendió.
Peter:
Sí, amor- murmuró con voz ronca y con la respiración más profunda que nunca.
No
utilizó los labios ni otra parte de su cuerpo que no fueran sus manos: aquellas
manos maravillosas, grandes y duras que ella le había visto usar para arrojar
por el aire a hombres robustos como si carecieran de peso. Sus dedos anchos y
callosos tenían una agilidad casi artística, deliciosamente provocativa,
mientras exploraban una vez más la piel que acababan de tocar. Lali sintió que
en su interior algo cambiaba, como si una maquinaria primitiva se pusiera en marcha.
Se arqueó ligeramente y en forma rítmica y sé entregó a él.
Lali:
Por favor - susurró, acariciando los brazos de Peter, trazando sus músculos con
los dedos- Por favor...
CONTINUARÁ…
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