viernes, 10 de febrero de 2012

CAPITULO 15



CAPITULO 15

Peter: Irás a América conmigo- dijo con firmeza, mientras acariciaba el hombro desnudo de Lali. Se había sentido tan culpable por haberla seducido cuando ella era tan inocente que se había obligado a pasar dos noches lejos de ella, pero el terror que había sentido todo el día al no encontrarla, combinado con la imagen seductora que tenía ahora la muchacha, con el hombro desnudo y el pecho parcialmente expuesto, lo hizo olvidar la lógica.

Lali: No me toque- protestó con altivez

Peter: Podemos estar en desacuerdo con respecto a la... lógica- sonrió al pronunciar esa palabra- Pero hay un aspecto en el que, aparentemente, estamos de total acuerdo.

Lali se esforzó realmente por no responder a las caricias de Peter pero a la larga le resultó imposible ignorar el contacto de su mano, aquella mano ancha, tibia y sensual que recorría su cuello. No quería demostrar cuánto la había afectado lo que le ocurriera, quería que Peter pensara que era valiente, pero en verdad lo que deseaba era sentarse en sus rodillas y esconderse, tal vez en su bolsillo. Jamás se había alegrado tanto de ver a alguien como esa tarde, al ver a Peter delante de ella, con las pistolas desenfundadas. Ladeó la cabeza y Peter le acarició el cuello. Lali cerró los ojos cuando él llevó la otra mano al lado opuesto de su cuello.

Peter: Estás cansada, ¿verdad, amor?- susurró aumentando la presión de sus dedos- Tenés los músculos tensos.

Lali asintió en forma apenas perceptible, su cuerpo empezaba a relajarse. No tenía idea de lo que hacía Peter, sólo sabía que, como por arte de magia, parecía estar derritiendo su cuerpo. Cerró los ojos y se entregó a él. Apenas se percató cuando él le quitó el vestido y la tendió, desnuda, sobre la cama. El sonido suave y profundo de su voz intensificaba aquel nuevo placer que sentía.

Peter: Cuando era niño, pasé tres años en un barco ballenero. Fue una experiencia terrible, pero al menos recalamos en algunos lugares interesantes, como la China. Allí aprendí a hacer esto.

Donde quiera que lo hubiera aprendido, Lali le estaba agradecida. Peter le clavaba los dedos y por momentos le hacía daño pero pronto comprendió que cuando se relajaba, el dolor cesaba. Los dedos de Peter le masajeaban la espalda, eliminando las molestias que le había provocado el hecho de pasar varias horas acurrucada en el callejón. Se le aflojaron los calambres en las piernas y cuando Peter empezó a masajearle los pies, nuevas partes de su cuerpo se hundieron más en el colchón blando. La sorprendió que incluso sus brazos estuvieran tensos pero las manos de Peter aflojaron los nudos en los músculos y los relajaron por completo.

Dado que Lali estaba demasiado relajada para moverse, él la dio vuelta como si fuera una pila de trapos y se dispuso a trabajar en la parte delantera. Empezando por los pies, la frotó, le dio golpecitos, acarició cada centímetro de su cuerpo. Al llegar a la cara, le acarició con los pulgares los músculos cíe las mejillas y alrededor de la nariz. La muchacha estaba casi sin sentido. La relajación era tal que no se percató de la sensualidad del masaje de que las manos fuertes de Peter y sus ojos sobre su cuerpo desnudo habían despertado en ella la pasión. Se sentía como un gran gato desperezándose al sol, con cada músculo en paz, en espera de las aventuras que sobrevendrían. Cuando las manos de Peter volvieron a sus muslos, le pareció lo más natural del mundo. Con una sonrisa dulce y experimentada, Lali mantuvo los ojos cerrados pues prefería solamente sentir, rendir su mente a sus sentidos. El cambio en la presión de las manos de Peter, tal vez su propio deseo que se filtraba por las yemas de sus dedos, fue sutil, pero ella lo entendió.

Peter: Sí, amor- murmuró con voz ronca y con la respiración más profunda que nunca.
No utilizó los labios ni otra parte de su cuerpo que no fueran sus manos: aquellas manos maravillosas, grandes y duras que ella le había visto usar para arrojar por el aire a hombres robustos como si carecieran de peso. Sus dedos anchos y callosos tenían una agilidad casi artística, deliciosamente provocativa, mientras exploraban una vez más la piel que acababan de tocar. Lali sintió que en su interior algo cambiaba, como si una maquinaria primitiva se pusiera en marcha. Se arqueó ligeramente y en forma rítmica y sé entregó a él.

Lali: Por favor - susurró, acariciando los brazos de Peter, trazando sus músculos con los dedos- Por favor...

CONTINUARÁ…

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