CAPITULO 18
Peter:
No, amor- respondió, tomándola de la mano- Ni siquiera pienso dejarte sola en
este país, mucho menos en este sucio lugar. Ahora, vamos, regálame una sonrisa.
Caminaremos hasta el barco y verás que conmigo estás a salvo.
A
pesar de su recelo, Lali pronto empezó a disfrutar la caminata. Peter le
señalaba edificios, depósitos y tabernas y le contó una anécdota graciosa
acerca de una pelea que había visto en una taberna. Poco después, estaba riendo
y ya no se aferraba con desesperación al brazo de Peter. Había varios marineros
recostados contra una pared, hicieron unos comentarios sobre ella, que Lali no
alcanzó a oír, pero que entendió en esencia. Sin perder la calma, Peter se excusó
y fue a decir unas palabras a los hombres. En pocos segundos, éstos se quitaron
las gorras y se acercaron a dar los buenos días a Lali y a desearle un buen
viaje. Primero perpleja y luego sintiéndose corno un gato ante un plato de
crema, Lali miró a Peter y volvió a tomarlo del brazo. Con los ojos brillantes,
él se inclinó y la besó en la nariz.
Peter:
Si seguís mirándome así, cariño, nunca llegaremos al barco. Tendremos que
detenernos en una de estas posadas.
Lali
apartó la vista pero ahora llevaba los hombros erguidos, la frente alta y caminaba
como si apenas tocara el suelo. Y lo mejor de todo era que ya no tenía miedo.
Aún iba del brazo de Peter, sabía que ese contacto leve bastaba para mantenerla
a salvo. Tal vez no fuera tan malo estar con aquel americano corpulento y que
aquellos hombres la saludaran con respeto. Antes de lo que ella hubiese
deseado, llegaron al barco. Lali se asombró por su tamaño. La casa Esposito
habría cabido en la cubierta.
Peter:
¿Cómo te sentís? No tienes miedo, ¿verdad?
Lali:
No- respondió con sinceridad, aspirando profundamente el aire marino.
Peter:
Eso pensé- dijo con orgullo y la condujo por la pasarela de embarque. Lali no
tuvo oportunidad de ver mucho pues Peter la llevó enseguida hacia la proa del barco.
Allí había una maraña de cuerdas tan gruesas como su pierna y arriba, una
telaraña de cables- Las jarcias- explicó, mientras la conducía por entre
marineros y cajones de provisiones.
Con
rapidez, la llevó por una escalerilla empinada hasta un camarote pequeño que
estaba muy limpio y ordenado. Las paredes eran paneles pintados en dos tonos de
azul. Contra una pared había una cama grande, en el medio había una mesa sujeta
al suelo" y contra la pared opuesta, dos baúles. Una claraboya y una
ventanilla daban a la habitación suficiente luz.
Peter:
¿No decís nada?- Lali se sorprendió por la voz casi ansiosa de Peter.
Lali:
Es muy bonito- respondió, sonriendo y se sentó frente a la ventana- ¿Su
habitación también es así?
Peter:
Yo diría que es exactamente como ésta. Ahora quiero que te quedes aquí mientras
yo me ocupo de que carguen mis cosas- se detuvo en la puerta y se volvió- Y
buscaré entre los pasajeros a esa costurera que contraté y te la enviaré. Tal
vez quieras revisar esos baúles y decidir qué quieres que realice primero- sus
ojos brillaron- Y le dije que olvidara los camisones, que yo tengo mi manera de
mantenerte en calor.
Con
eso se marchó y Lali quedó mirando, boquiabierta, la puerta cerrada.
¡Pasajeros! ¿Acaso Peter había dicho a los pasajeros que ella dormiría con él?
¿Esos pasajeros serían amigos suyos americanos, gente que ella esperaba que la
respetaran algún día? Antes de que pudiera siquiera imaginar esa situación
horrible, la puerta se abrió y entró una mujer alta y delgada.
-Llamé,
pero nadie respondió- dijo, mirando a Lali con interés- Si lo prefiere, volveré
más tarde. Es sólo que Peter dijo que había tanto trabajo para hacer que
tardaría todo el viaje. Hay otra mujer que, creo, podrá ayudar. No sé si sabe
hacer trabajos finos pero al menos sabrá hacer las costuras derechas- la mujer
calló un momento y contempló a Lali- ¿Se siente bien, señora Lanzani? ¿Está
mareada, o ya empieza a echar de menos su hogar?
Lali:
¿Qué?- preguntó atontada- ¿Cómo me ha llamado?- la mujer rió y fue a sentarse
junto a Lali. Tenía hermosos ojos, pero en medio había una nariz larga y
puntiaguda.
-Parece
que ni usted ni Peter se han acostumbrado al matrimonio. Cuando le pregunté si llevaban
mucho tiempo de casados, me miró como si no creyera que le hablara a él. ¡Así son
los hombres! Tardan diez años en admitir que han renunciado a su libertad- miró
a su alrededor sin dejar de hablar- Pero, si me lo pregunta, el matrimonio se ha
hecho para los hombres, cuando se casan, tienen otra esclava. ¡Bien!- exclamó
de pronto- ¿Dónde está su ropa nueva? Creo que será mejor que empecemos.
Cientos
de ideas se apiñaban en la mente de Lali, todas confusas. En el torbellino de
los últimos días había olvidado por completo la ropa. La mujer palmeó la mano
de Lali con actitud comprensiva.
-Supongo
que es demasiado para usted estar recién casada, con alguien como Peter y viajando
a un nuevo país. Tal vez deba regresar más tarde.
Recién
casada, pensó Lali. En cierto modo, era verdad. Al menos era agradable imaginarlo
en lugar de enfrentar la realidad de la situación. La mujer había llegado a la
puerta cuando Lali se recuperó.
Lali:
¡Espere! No se marche. No sé dónde está la ropa. No, Peter dijo que estaba en
los baúles- la mujer sonrió, complacida y tendió su mano.
-Soy
Sarah Trumbull, y estoy encantada de conocerla, señora Lanzani.
Lali:
¡Oh, sí!- suspiró. Aquella mujer le agradaba mucho a pesar de su extraña forma de
hablar. Sarah se arrodilló de prisa y abrió el primer baúl. Tal vez el mejor
indicio de su admiración fue su total silencio al contemplar la cantidad de colores
y géneros suaves y finos.
Sarah:
Esto debe de haberle costado mucho dinero a Peter- logró murmurar finalmente.
Lali sintió
una punzada de culpa al recordar que deliberadamente había elegido mucha más
ropa de la que necesitaba sólo para avergonzar a Peter cuando no pudiera pagar
la cuenta. Sin embargo, era obvio que la había pagado y se preguntó cuánto le
habría costado. ¿Acaso habría tenido que hipotecar o vender lo que tenía?
Sarah:
Otra vez se la ve descompuesta. ¿Está segura de que no está mareada por el
movimiento del barco?
Lali:
No, estoy bien.
Sarah:
Vaya- dijo volviendo la mirada al baúl-
Peter no exageró al decir que esto llevaría meses de trabajo. ¿Ese otro
baúl está tan lleno como éste? Lali tragó en seco y echó un vistazo al baúl
cerrado.
Lali:
Temo que sí.
Sarah:
¡Teme que sí!- exclamó riendo, mientras sacaba una cartera de cuero del baúl- ¡Mire
esto!- dijo y la vació sobre su falda. Cayeron varios papeles gruesos y en cada
uno había cuatro dibujos en acuarela de vestidos femeninos- ¿Son éstos los vestidos que eligió?
Lali
los tomó y sonrió. Eran vestidos bellísimos y los bosquejos en sí eran obras de
arte. Ambas empezaron a revisar lo que había en los baúles y descubrieron que
todos los vestidos y abrigos estaban cuidadosamente cortados y que junto a cada
prenda estaban envueltos los adornos correspondientes.
Sarah:
Parece que tengo todo listo para empezar.
Recogió
los diseños y las telas, dijo que deseaba poner manos a la obra y se marchó tan
abruptamente como había llegado. Durante un momento, Lali permaneció sentada
junto a la ventana, contemplando el camarote y preguntándose qué aventuras le
aguardarían. Pensó en Benjamin y deseó que supiera que se hallaba en un barco
rumbo a América y que le estaban confeccionando un guardarropa digno de una
princesa.
No
tenía idea del tiempo que había pasado inmóvil en ese asiento pero poco a poco empezó
a tomar conciencia de los sonidos que provenían del exterior. Durante toda su
vida se había visto obligada a permanecer en un área muy limitada y lo único
que podía hacer era soñar. Ahora, comprendió, estaba en libertad de ver y hacer
cosas, la puerta del camarote no estaba cerrada con llave y lo único que tenía
que hacer era subir una escalera para estar en la cubierta de un barco de verdad.
Aspiró profundamente, sintiéndose como un pájaro al que permiten salir de la
jaula, abandonó el camarote y se detuvo un instante al pie de la escalerilla
oscura. Cuando se abrió una puerta cercana, se sobresaltó.
-Le
ruego me disculpe- dijo una amable voz masculina- No sabía que había alguien aquí-
Al ver que Lali no respondía, continuó- Tal vez debería presentarme, ya que parece
que seremos vecinos. ¿O acaso soy demasiado presuntuoso? Quizás el capitán podría
hacer los honores.
CONTINUARÁ…
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