CAPITULO 29
La
expresión de furia que había en su rostro superaba la furia del mar y, sin
pensarlo, Lali se encaminó de regreso a la puerta; de pronto su coraje se había
esfumado. Antes de que llegara a dar dos pasos, la enorme mano de Peter la tomó
del hombro. No dijo una sola palabra, ni era necesario que lo hiciera, puesto
que su cara lo decía todo. Cuando el barco volvió a sacudirse y otra ola
amenazó volcarlo, Peter la cubrió con su cuerpo y la sostuvo contra el
barandal.
-¿Es
que no hay un hombre entré ustedes?- un grito los distrajo, era el capitán. En
ese momento, mientras Peter la aferraba del brazo con una fuerza dolorosa, Lali
vio a David y supo de inmediato que la había seguido a cubierta. Aun a la tenue
luz, a través del rocío del mar, vio que tenía la cara magullada por el
puñetazo de Peter. Se miraron un momento y Lali se sintió culpable al ver que
Gastón sabía que lo había usado, que había hecho el papel de tonto. Una ola más
pequeña golpeó la cubierta e interrumpió el contacto visual entre ambos. Cuando
se disipó, Lali vio que Gastón se había adelantado... pero no la miraba. Caminando
lo más erguido que podía dadas las circunstancias, se dirigía hacia el capitán.
Se detuvo justo frente a Peter y gritó:
Gas: ¡Yo
soy un hombre! ¡Yo subiré por el cordaje!
Lali:
¡No!- gritó, aferrada al brazo de Peter- Deténganlo.
-Gastón
se sostuvo de la base del mástil y se volvió hacia Peter. Este pareció entender
la muda súplica de Gastón y asintió una vez; luego tomó las manos de Lali para
retenerla. Lali forcejeó con Peter. Quería ir hacia Gastón, detenerlo, pues
sabía que ella era la culpable de aquel intento suicida.
Al
ver que nada podía hacer, se quedó inmóvil, igual que la tripulación. Peter se
ubicó entre el barandal y el sostén de un cañón para sujetar mejor a Lali pero
en ningún momento apartó la mirada de la figura menuda de Gastón. El capitán,
aliviado por haber encontrado al fin alguien con suficiente coraje para trepar
por el cordaje, gritaba instrucciones a Gastón al tiempo que le ataba una
cuerda a la cintura. A juzgar por los gestos y por las pocas palabras que se
oían, era obvio que Gastón debía trepar por el cordaje hasta el primero y más
largo peñol, avanzar casi hasta la mitad de éste hasta quedar suspendido sobre
el agua turbulenta y asegurar el peñol para que no se rompiera.
Lali
no pudo sino ahogar una exclamación de incredulidad, demasiado atónita incluso para
protestar. Estaba segura de que veía a Gastón encaminarse a la muerte. Con
temor, hundió la cara en el pecho de Peter pero éste la obligó a mirar a Gastón,
que se había detenido en la base del mástil, esperando una última mirada de
ella. La joven levantó la mano a modo de despedida y luego la dejó caer con impotencia.
Erguida, con la espalda apoyada en el pecho de Peter, lo observó iniciar el
riesgoso ascenso.
De
inmediato se hizo evidente la ineptitud de Gastón, pues sus pies resbalaban y a
menudo perdían apoyo, de modo que quedaba colgado de una sola mano. El viento
trataba de arrancarlo, haciéndole soltar las manos y arrebatándole las cuerdas
bajo los pies. Lali se llevó la mano a la boca y clavó los dientes en su propia
carne mientras observaba.
Lentamente,
con gran dificultad a cada paso, Gastón llegó al fin al peñol. Se aferró a él
con ambos brazos y pareció detenerse un momento, vacilante, para descansar o
quizá a esperar que pasara la siguiente ola. Cuando el agua se despejó y
quienes estaban en cubierta vieron que Gastón seguía allí, se oyó un suspiro
unánime de alivio. Cuando el barco volvió a enderezarse, Gastón comenzó a
avanzar centímetro a centímetro por el peñol. Poco antes de llegar al punto en
que se estaba quebrando, desenrolló parte de la cuerda que llevaba a la cintura
y se llevó un extremo a la boca.
-
¡Cuidado!- grito alguien cerca de Lali. Pero Gastón no oyó la advertencia: otra
gran ola volvió a aislarlo de los demás.
CONTINUARÁ...
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