CAPITULO 28
Sin
decir más, dio media vuelta y regresó a cubierta. Temblando, Lali miró a Gastón,
que empezaba a incorporarse con la nariz sangrante. Su primer impulso fue ayudarlo
pero al ver que trataba de incorporarse comprendió que se hallaba bien, de modo
que huyó a su camarote. Una vez adentro se recostó contra la puerta, su corazón
latía con fuerza y las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. ¡Peter
tenía razón! Ella había usado a Gastón había jugado con sus sentimientos, casi
había prometido algo que no pensaba dar y todo para despertar los celos de
Peter pero a él no podía causarle celos, Lali no era más que una propiedad. Se
arrojó sobre la cama y se echó a llorar profunda y sinceramente. Horas más
tarde, sentía la cabeza embotada y le ardían los ojos. Se había dormido
llorando y la había despertado una violenta sacudida del barco. Mientras
trataba de entender qué sucedía, otra sacudida repentina la expulsó de la cama
y la hizo caer al suelo, donde se quedó, aturdida. La puerta del camarote se
abrió y golpeó contra la pared al inclinarse el barco en otra dirección. En la
entrada estaba Peter, vestido con un grueso impermeable con el cabello
despeinado y mojado. Se acercó a ella con dificultad por el balanceo del barco
y la levantó en brazos.
Peter:
¿Te has hecho daño?- gritó, y sólo entonces Lali se percató del tremendo ruido
que había.
Lali:
¿Qué ocurre? ¿Naufragamos?- preguntó y se acurrucó contra él, inmensamente feliz
de volver a tocarlo.
Peter:
Es sólo una tormenta- respondió con otro grito- No hay mucho peligro, porque
hace días que nos estamos preparando. Quiero que te quedes aquí, ¿entendés? Que
no se te ocurra subir a cubierta o ir con los otros pasajeros. ¿Está claro?
Lali asintió
contra el hombro de Peter y se aferró a él pensando que tal vez la razón de su
ausencia en los últimos días había sido esa preparación para la tormenta. Peter
se inclinó, la dejó sobre la cama, la miró con una expresión que Lali no pudo descifrar
y luego la besó posesivo.
Peter:
Quedate aquí- repitió y acarició la comisura de uno de los ojos enrojecidos e
hinchados de la muchacha. Con eso se marchó, y Lali quedó sola en el camarote.
La
soledad intensificaba su percepción del balanceo del barco. Para no caerse de
la cama, se aferró a los costados lo mejor que pudo. El agua empezó a filtrarse
por debajo de la puerta y a cubrir el suelo del camarote. Mientras luchaba por
conservar el equilibrio, comenzó a imaginar lo que estaría sucediendo en la
cubierta. Si el agua llegaba al camarote, debía de haber otros ya inundados. Su
imaginación, siempre activa, empezó a idear un cuadro horrendo. Una vez, cuando
Lali era poco más que una criatura, una criada de su tío había recibido una
carta que le informaba que su esposo había caído por la borda durante una
tormenta y más tarde un amigo de éste había ido a contarle toda la triste
historia. Todo el personal de servicio y también Lali, se había reunido en
torno al marinero para escuchar todos los detalles espeluznantes. Esa historia
ya no le parecía tan irreal, pues por encima de su cabeza había olas altas como
una casa, olas de una fuerza tal que podían arrastrar consigo a una docena de
hombres. ¡Y Peter estaba allá arriba!
La
idea la sobresaltó. Peter, desde luego, nunca creería que pudiera sucederle
algo terrible. Sin duda, estaba seguro de que hasta el mar mismo le obedecería.
Por otra parte, él no era un verdadero marino. Era apenas un granjero que, de
niño, había estado en un ballenero y ahora tenía que trabajar a cambio de su
pasaje. Una sacudida de especial violencia volvió a echar a Lali de la cama. ¡Peter!,
pensó, luchando por levantarse. Tal vez esa ola lo había echado por la borda.
Lali
levantó la vista al oír un fuerte crujido de madera. ¡El barco se estaba
quebrando! Se aferró con ambas manos al borde de la cama y logró ponerse de
pie. Se dirigió a su baúl que por fortuna, estaba atornillado al suelo. Tenía
que encontrar un abrigo, y después, de alguna manera, llegar a la cubierta. Alguien
tenía que salvar a Peter de sí mismo, convencerlo de que regresara a la
relativa seguridad del camarote y, si se negaba, alguien tenía que cuidarlo. Si
caía por la borda, Lali le arrojaría una cuerda.
Ninguna
historia que le hubieran contado habría podido preparar a Lali para la intensa ráfaga
de viento y aire salado que le caló el cuerpo al abrir la puerta que daba a la
cubierta. Necesitó todas sus fuerzas para abrirla lo suficiente como para poder
salir, y luego se cerró de un golpe tras ella. Una ráfaga de rocío salado la
empapó de inmediato, con lo cual su capa de lana se adhirió con pesadez a su
cuerpo.
Aferrada
al barandal de la escalera y esforzándose por mantenerse erguida, parpadeó por
el agua fría que parecía atravesarla y trató de divisar a Peter. Al principio
no lograba distinguir a los hombres de las partes del barco, pero su interés en
la seguridad de Peter era más fuerte que el dolor que le causaba la violencia
de la tempestad.
Poco
a poco sus ojos se adaptaron y, parpadeando de prisa para despejar el agua,
distinguió las figuras borrosas de los hombres en medio de la enorme cubierta.
Antes de que pudiera decidir cómo llegaría a esa parte del barco, una súbita
sacudida la derribó y la hizo rodar por la cubierta. Se golpeó con fuerza
contra una madera del barco y se aferró a lo que tenía más cerca: la base de
madera de un cañón.
Cuando
pasó la ola, comenzó a incorporarse una vez más, y al hacerlo, volvió a oír
aquel crujido de madera, sólo que esta vez advirtió que provenía de arriba.
Seguramente uno de los mástiles se estaba quebrando. Lentamente, comenzó a
avanzar hacia los hombres y hacia el mástil. Se alegró al ver que todos los
hombres, incluido Peter, estaban sujetos al barco y miraban el mástil que
peligraba.
-¡He
dicho que suban!- rugió el capitán, con voz más alta aún que la furia del mar.
Lali
se enjugó los ojos con el dorso de la mano y vio que los marineros daban un
paso atrás. Tardó un momento en comprender que el capitán estaba ordenando que
alguien trepara por el cordaje. Pensó decirle cuál era su opinión de esa orden,
pero sabía que debía guardar silencio para que Peter no la descubriera allí
arriba. Sin embargo, cuando echó un vistazo a Peter, vio que él ya la había
visto y se dirigía hacia ella.
CONTINUARÁ...
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