domingo, 12 de febrero de 2012

CAPITULO 25




CAPITULO 25

No tuvo tiempo de pensar, Peter la empujó hacia la pared y la acorraló allí con su tamaño y su fuerza. Sus besos se volvieron ávidos, como si deseara devorarla. Lali también empezaba a respirar cada vez más rápidamente y sus manos aferraban los hombros de Peter, sus dedos se clavaban en su piel a través de la camisa, tratando de atraerlo más hacia sí.

Una de las manos de Peter recorrió con deseo la cadera desnuda de la muchacha, le acarició el muslo y la hizo levantar la pierna hasta apoyarla en la cadera de él. Lali, ansiosa, lo abrazó con las piernas y enganchó los tobillos a la espalda de Peter, que la sostenía mientras le acariciaba las nalgas. Las manos de Peter se movían en una forma excitante que llevó a Lali a un frenesí total. No se percató cuando los pantalones de Peter cayeron a sus pies. Sólo cuando la levantó, tomándola por la cintura y luego la bajó sobre su virilidad, Lali abrió los ojos pero sólo por un instante.

Estaba completamente en su poder, incapaz de moverse por sí sola, de espaldas a la pared, abrazando con las piernas la cadera de Peter, que comenzó a levantarla, a controlar sus movimientos, a guiarla. La sensación del cuerpo de Peter contra ella, las ondulaciones de su cadera bajo sus muslos, la fuerza que lo impulsaba, amenazaban llevarla a la locura. Aferró entre sus dedos el cabello de Peter y lo estiró mientras él la penetraba con más fuerza, con una fuerza que amenazaba romperla, fundir su piel con la de ella, consumirla. Con ese poder, Peter la levantaba y la bajaba con facilidad, una y otra vez, más y más de prisa, hasta que Lali gritó bajo aquel dulce tormento. La boca de Peter aplastó la suya al tiempo que él se desplomaba contra ella que seguía rodeándolo con las piernas como si fueran una abrazadera de acero.

Lali se estremeció, débil e impotente, saciada, exhausta. Poco a poco, la muchacha comenzó a cobrar conciencia de dónde estaba y quién era. Su cuerpo, dócil y flácido, seguía apoyado contra la orgullosa estructura musculosa de Peter. Él le besaba el cuello húmedo, con ternura, mientras la sostenía con los brazos bajo las nalgas. Como si fuera una criatura, la llevó a la cama y la acostó como si se tratara de la sustancia más preciosa y delicada de la creación. Con fatiga, como si él también hubiera perdido todas las fuerzas, se quitó la camisa y se tendió a su lado.

Peter: Esta noche tampoco hay cena- murmuró, pero no como si lo lamentara. Con sus últimas fuerzas, atrajo a Lali hacia sí- ¿Cómo podría dejar que me abandonaras?- susurró, y ambos se durmieron.

Por la mañana, Lali apenas podía mirarlo a los ojos. La forma en que Peter la miraba, tan arrogante, tan seguro de sí mismo, le daba deseos de arrojarle un cuchillo. Aparentemente, creía saberlo todo sobre ella, creía tenerla en su poder, que le bastaba mover un solo dedo para que ella le perteneciera. ¡Cuánto deseaba borrarle esa expresión de la cara! Aunque fuese una sola vez, deseaba ver que él no consiguiera lo que creía suyo. Mientras desayunaban, Sarah Trumbull llamó a la puerta antes de entrar.

Sarah: Disculpen, por lo general, a esta hora ustedes ya no suelen estar.

Peter: Ven a comer algo, Sarah- la invitó, con una sonrisa presumida, y mirando a Lali como si entendiera perfectamente por qué ella evitaba sus ojos pero Sarah estaba más interesada en un trozo de muselina desgarrada que una vez fuera un vestido y que ella acababa de coser. Rió entre dientes, dirigió a Peter una mirada de reproche.

Sarah: Peter, si piensas tratar así todas mis confecciones no tengo por qué seguir cosiendo- Peter se pasó la mano por el cabello, echó un vistazo a Lali, que miraba hacia otro lado y rió.

Peter: Trataré de controlarme. Ahora debo ir a ayudar en cubierta. Al capitán le faltan hombres en este viaje. Aunque- agregó, con una sonrisa- tal vez no me queden muchas energías.

Besó a Lali en la mejilla y salió del camarote. Sarah lanzó un suspiro como un huracán mientras miraba con ansias la puerta cerrada.

Sarah: Si hubiera más hombres como él, podría sentir la tentación de casarme- si Lali hubiera conocido alguna mala palabra, la habría usado.

Lali: ¿No tienes trabajo que hacer?- preguntó en tono cortante. La actitud de Lali no amilanó a Sarah.

Sarah: Yo también estaría celosa si fuera mío.

Lali: ¡Él no es...!- empezó a protestar con hostilidad pero se detuvo- Peter no es de nadie- dijo al fin y se dispuso a recoger los platos del desayuno y a colocarlos en una bandeja. Sarah decidió cambiar de tema.

Sarah: ¿Conoce a ese hombre que viaja en el camarote de enfrente?

Lali: ¿Gastón Dalmau? Nos conocimos el otro día, pero eso es todo. ¿Le sucede algo?

Sarah: No lo sé, pero hace dos días que vengo aquí a coser su ropa y no he oído movimiento en su camarote. Pensé que tal vez estaría ayudando a los hombres descompuestos.

Lali frunció el ceño y decidió investigar, se excusó ante Sarah y salió. A pesar de estar habituada al trabajo maloliente de los últimos días, el olor que halló al abrir la puerta del camarote de Gastón, la abrumó. La densa oscuridad la hizo detenerse un momento en el umbral, buscando con la mirada al señor Dalmau.

Al fin, en medio de lo que parecía un montón de trapos sucios, lo encontró acurrucado junto a la ventana, temblando. Se acercó a él y de inmediato advirtió que estaba afiebrado, en sus ojos había un brillo enfermizo y por los desvaríos que articulaba, supo que deliraba. Se volvió al oír un ruido en la entrada y vio a Sarah que contemplaba la habitación con horror.

CONTINUARÁ...

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