CAPITULO 13
-Déjenme
a mí, yo necesito algo más que tocar su tino vestido- dijo en tono lascivo un joven
vigoroso, al tiempo que extendía una mano y aterraba el hombro del vestido de
Lali. La tela se desgarró dejando su hombro descubierto
Lali:
Basta, por favor- les pidió retrocediendo
-Es
menuda, sí, pero tiene mucho donde debe tenerlo.
-Basta
de perder el tiempo. Echémosla.
Antes
de que Lali tomara conciencia de lo que estaba a punto de suceder y mientras
oía en su mente las palabras de Peter acerca de que esos hombres la obligarían
a hacer lo que habían hecho ambos, uno de los marineros le dio un fuerte
empellón que la hizo caer contra los hombres que estaban tras ella. Con un vano
esfuerzo por gritar, trató de incorporarse pero los hombres la sujetaron bajo
un mar de manos ansiosas. Sobre ella, sonrientes, estaban los marineros.
-Ahora
veamos que hay debajo de esa bonita falda- el hombre llevó la mano a la falda
de Lali y ésta le dio un puntapié en la cara que lo hizo caer hacia atrás. Tenía
los brazos sujetos detrás de la cabeza, y en cuanto le propinó el puntapié.
-A mí
no me patearás, niña- rió otro marinero, mientras aferraba el borde de la
falda.
En un
instante estaba sobre ella, sonriendo al ver el terror de Peter y disfrutando
sus esfuerzos por liberarse de las manos que la sujetaban. Al instante
siguiente voló por el aire y se aferró el hombro, que se le puso cada vez más
rojo. El sonido del disparo pareció llegar después de que el marinero volara
por el aire. Resonaron dos disparos más por encima de las cabezas de los
hombres antes de que éstos lograran reaccionar a algo que no fuera su viciosa
avidez. Lali, aún sujeta por los hombres, reparó primero en el silencio de
éstos. Cuando comenzaron a soltarla, dio un puntapié y liberó una pierna. Al
instante vio llegar a Peter furioso y violento. Antes de que Lali pudiera
entender lo que ocurría, Peter comenzó a golpear brazos, cuellos, cinturones,
lo que tuviera a mano, con lo cual los marineros y la gentuza del puerto
empezaron a volar por los aires. Temblando de miedo, Lali permaneció inmóvil
mientras las manos abandonaban su cuerpo una por una. Peter quedó de pie
dándole la espalda, con un arma en cada mano.
Peter:
¿Alguien más quiere probar suerte con la dama?- desafió.
Retrocediendo,
como la escoria salvaje y cobarde que eran, los marineros maldijeron a Peter
por lo bajo por arruinarles la diversión pero ninguno se opuso abiertamente al peligroso
americano. Peter enfundó las pistolas y se volvió hacia Lali, la vio jadear de
miedo y advirtió que la mayor parte de su ropa estaba intacta. Con un rápido
movimiento, se inclinó y la levantó sobre su hombro como si se tratara de un
saco de harina. Casi sin aliento, Lali lo golpeó en la espalda.
Lali:
¡Bájeme!- le exigió.
Peter
le dio una palmada en las nalgas y por fortuna para Lali, el terciopelo
amortiguó el golpe. Luego Peter hizo una seña a otros dos hombres que seguían amenazando
a la multitud con pistolas y se encaminó de regreso a la posada.
Uno
de los marineros, al que Lali había dado un puntapié en el ojo, gritó a Peter
que los yanquis sí sabían tratar a las mujeres y los demás rieron, contentos de
no haber tenido que pelear con él. El hombre al que Peter había disparado se
alejó, cojeando, hacia los muelles. Lali no volvió a decir una sola palabra
mientras Peter la cargaba en aquella posición incómoda y vergonzante y se
alegró de que su cabello largo ocultara su rostro a la mirada de los transeúntes
y especialmente, de la gente de la posada. Cuando llegaron a la habitación que
habían compartido, Lali ya estaba lista para decirle lo que pensaba de su forma
de tratarla: que él no era mejor que aquellos rufianes de la calle pero su
coraje la abandonó cuando Peter la arrojó sobre la cama con tanta fuerza que
Lali se hundió en el colchón de plumas hasta tocar la base de cuerdas
entrelazadas. Al volver a la superficie, tomó aire, se apartó el cabello de la
cara y miró a Peter, que estaba más furioso que nunca. Él no le dio tiempo para
hablar.
Peter:
¿Sabes cómo te encontré?- dijo, con los dientes apretados, los músculos de la mandíbula
tensos y las manos en las caderas- Contraté a unos hombres para que recorrieran
el puerto y me informaran cuando se produjera alguna conmoción. Sabía que aparecerías
tarde o temprano y que cuando lo hicieras, estarían todos sobre vos- se inclinó
hacia ella y gruñó- Duraste más de lo que esperaba. ¿Qué hiciste? ¿Te escondiste
en algún sitio?
CONTINUARÁ…
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