domingo, 12 de febrero de 2012

CAPITULO 21




CAPITULO 21

Distintas emociones pasaron por el atractivo rostro de Peter pero la que predominaba era la confusión.

Peter: Te expliqué por qué no podías quedarte en Inglaterra. Incluso pregunté a ese muchacho que estaba contigo si te conocía. El barco todavía no había zarpado y si él me lo hubiera dicho, habría podido llevarte con tu familia.

Más lágrimas acudieron a los ojos de Lali. Pensar que ella había creído que Peter estaba celoso, cuando lo único que quería era otra oportunidad de deshacerse de ella...

Lali: Disculpa que sea una carga tan pesada para ti- replicó con altivez- Quizá deberías arrojarme por la borda para evitarte tantas molestias- atónito, Peter no pudo sino mirarla.

Peter: Aunque llegue a vivir mil años, creo que nunca entenderé tu modo de razonar. ¿Por qué no comes algo? Después, si queres, te llevaré abajo y podrás pasar toda la noche sosteniendo cabezas mareadas.

Parecía tan tierno, sus grandes ojos tan transparentes, rogándole, esforzándose por complacerla... ¿Cómo podía explicarle que lo que ella quería era la libertad de elegir, el derecho de tomar sus propias decisiones? Quería demostrarse a sí misma y a su tío que ella valía algo.

Aceptó la mano de Peter y permitió que la condujera a la mesa pero parecía incapaz de mejorar su ánimo. Jugo con la comida en el plato y apenas la probó. Trataba de prestar atención a lo que decía Peter pero no lograba concentrarse. No podía dejar de pensar en que durante toda su vida había sido prisionera de alguien, en que nunca le habían permitido tomar una sola decisión.
Peter: Bebe tu vino- sugirió suavemente.

Lali, obediente, bebió toda la copa y sintió que empezaba a relajarse. Luego le pareció natural que Peter la tomara en sus brazos y la llevara a la cama. Mientras la desvestía, ella ya estaba semidormida. Aun cuando ya estaba desnuda y Peter empezó a besarle el cuello, la muchacha sonrió y cayó en un sueño profundo. Al ver que Lali necesitaba tanto dormir, Peter la arropó, tomó un cigarro y subió a fumarlo a la cubierta.

-¿Todo bien?- Peter se volvió y halló al capitán tras él.

Peter: Creo que lo lograremos- el capitán observó a Peter, apoyado en el barandal, con un largo cigarro en la boca.

-¿Qué pasa, muchacho?- le preguntó con seriedad. Peter sonrió, el capitán había sido amigo de su padre durante años, hasta que este muriera de cólera.

Peter: ¿Qué sabes sobre las mujeres?

-Ningún hombre sabe mucho- respondió el capitán, tratando de no sonreír, se alegraba de que el problema no fuese grave- Lamento no haber llegado a conocer a tu esposa. Me han dicho que es una belleza- Peter observó su cigarro y tardó un momento en responder.

Peter: Mi esposa, sí. Es sólo que me cuesta entenderla- Peter no era hombre de hacer confidencias y eso era todo lo que diría. Se irguió y cambió de tema- ¿Crees que los muebles estarán bien en la bodega?

-Deberían estarlo- respondió el capitán- Pero ¿para qué necesitas más muebles? No habrás agregado otra ala a esa mansión que tienes, ¿o sí?- Peter rió entre dientes.

Peter: No. Al menos, no lo haré hasta que tenga unos cincuenta hijos para ocupar todos los cuartos que tengo. Los muebles son para un amigo. Aunque sí compré tierras. Este año sembraré más algodón.

-¡Más!- exclamó el capitán y luego señaló la cubierta que tenían ante ellos- Esto es todo el espacio que yo necesito. No sabría qué hacer con... ¿cuántas hectáreas de tierra tienes ahora?
Peter: Ciento sesenta, más o menos- el capitán lanzó un bufido de incredulidad.

-Espero que tu esposa sea buena ama de casa. Tu madre necesitó todo su talento para manejar ese lugar y casi lo has duplicado desde la muerte de tu padre.

Peter: Podrá con el trabajo- respondió con confianza- Buenas noches.

De regreso en el camarote, se desvistió, pensativo. Luego se acostó y atrajo a Lali hacia sí.

Peter: La cuestión es si yo podré con ella- murmuró antes de dormirse.

Lali tardó exactamente veinticuatro horas en descubrir que Peter tenía toda la razón acerca de lo desagradable que era atender a gente descompuesta. Desde muy temprano por la mañana hasta altas horas de la noche hizo poco más que limpiar el vómito de la gente y sus pertenencias. Los pasajeros estaban demasiado indispuestos para sostener la cabeza sobre los cuencos de porcelana que ella les acercaba y para pensar a donde iba a parar el contenido de su estómago. Las madres estaban tendidas en sus angostas literas. A su lado, los niños lloraban, mientras Lali y otras dos mujeres limpiaban, trataban de consolarlos y trabajaban duramente horas interminables.

Como si la descomposición no fuera suficiente, Lali se consternó al ver las condiciones en que viajaba esa gente. Había tres dormitorios: uno para parejas casadas y dos para hombres y mujeres solteros, y la disciplina de mantener separados a estos últimos era muy estricta. A las muchachas no se les permitía hablar con sus hermanos, ni a los padres con sus hijas, y en esos primeros días de indisposición todos se preocupaban por sus familiares. En cada dormitorio había muchas hileras de camastros pequeños y duros. En los angostos pasillos se apiñaban las pertenencias de los pasajeros: baúles, cajas, paquetes, cestas, que contenían no sólo ropa y lo que necesitarían en el Nuevo Mundo sino también la comida para el viaje. Parte de esa comida empezaba a descomponerse y el olor agravaba las náuseas de los pasajeros: Lali y las otras mujeres circulaban por el camarote femenino, tratando de pasar por encima de los baúles y dando muchos rodeos a cada paso. Cuando volvió a su propio camarote, que en comparación parecía un palacio, estaba más exhausta de lo que había esperado. Peter dejó su libro de inmediato y la tomó en sus brazos.

Peter: ¿Fue difícil, amor?- susurró.

CONTINUARÁ…

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