CAPITULO 21
Distintas
emociones pasaron por el atractivo rostro de Peter pero la que predominaba era la
confusión.
Peter:
Te expliqué por qué no podías quedarte en Inglaterra. Incluso pregunté a ese
muchacho que estaba contigo si te conocía. El barco todavía no había zarpado y
si él me lo hubiera dicho, habría podido llevarte con tu familia.
Más
lágrimas acudieron a los ojos de Lali. Pensar que ella había creído que Peter
estaba celoso, cuando lo único que quería era otra oportunidad de deshacerse de
ella...
Lali:
Disculpa que sea una carga tan pesada para ti- replicó con altivez- Quizá
deberías arrojarme por la borda para evitarte tantas molestias- atónito, Peter
no pudo sino mirarla.
Peter:
Aunque llegue a vivir mil años, creo que nunca entenderé tu modo de razonar.
¿Por qué no comes algo? Después, si queres, te llevaré abajo y podrás pasar
toda la noche sosteniendo cabezas mareadas.
Parecía
tan tierno, sus grandes ojos tan transparentes, rogándole, esforzándose por complacerla...
¿Cómo podía explicarle que lo que ella quería era la libertad de elegir, el derecho
de tomar sus propias decisiones? Quería demostrarse a sí misma y a su tío que
ella valía algo.
Aceptó
la mano de Peter y permitió que la condujera a la mesa pero parecía incapaz de mejorar
su ánimo. Jugo con la comida en el plato y apenas la probó. Trataba de prestar atención
a lo que decía Peter pero no lograba concentrarse. No podía dejar de pensar en que
durante toda su vida había sido prisionera de alguien, en que nunca le habían
permitido tomar una sola decisión.
Peter:
Bebe tu vino- sugirió suavemente.
Lali,
obediente, bebió toda la copa y sintió que empezaba a relajarse. Luego le
pareció natural que Peter la tomara en sus brazos y la llevara a la cama.
Mientras la desvestía, ella ya estaba semidormida. Aun cuando ya estaba desnuda
y Peter empezó a besarle el cuello, la muchacha sonrió y cayó en un sueño
profundo. Al ver que Lali necesitaba tanto dormir, Peter la arropó, tomó un
cigarro y subió a fumarlo a la cubierta.
-¿Todo
bien?- Peter se volvió y halló al capitán tras él.
Peter:
Creo que lo lograremos- el capitán observó a Peter, apoyado en el barandal, con
un largo cigarro en la boca.
-¿Qué
pasa, muchacho?- le preguntó con seriedad. Peter sonrió, el capitán había sido amigo
de su padre durante años, hasta que este muriera de cólera.
Peter:
¿Qué sabes sobre las mujeres?
-Ningún
hombre sabe mucho- respondió el capitán, tratando de no sonreír, se alegraba de
que el problema no fuese grave- Lamento no haber llegado a conocer a tu esposa.
Me han dicho que es una belleza- Peter observó su cigarro y tardó un momento en
responder.
Peter:
Mi esposa, sí. Es sólo que me cuesta entenderla- Peter no era hombre de hacer
confidencias y eso era todo lo que diría. Se irguió y cambió de tema- ¿Crees
que los muebles estarán bien en la bodega?
-Deberían
estarlo- respondió el capitán- Pero ¿para qué necesitas más muebles? No habrás
agregado otra ala a esa mansión que tienes, ¿o sí?- Peter rió entre dientes.
Peter:
No. Al menos, no lo haré hasta que tenga unos cincuenta hijos para ocupar todos
los cuartos que tengo. Los muebles son para un amigo. Aunque sí compré tierras.
Este año sembraré más algodón.
-¡Más!-
exclamó el capitán y luego señaló la cubierta que tenían ante ellos- Esto es todo
el espacio que yo necesito. No sabría qué hacer con... ¿cuántas hectáreas de
tierra tienes ahora?
Peter:
Ciento sesenta, más o menos- el capitán lanzó un bufido de incredulidad.
-Espero
que tu esposa sea buena ama de casa. Tu madre necesitó todo su talento para manejar
ese lugar y casi lo has duplicado desde la muerte de tu padre.
Peter:
Podrá con el trabajo- respondió con confianza- Buenas noches.
De
regreso en el camarote, se desvistió, pensativo. Luego se acostó y atrajo a
Lali hacia sí.
Peter:
La cuestión es si yo podré con ella- murmuró antes de dormirse.
Lali
tardó exactamente veinticuatro horas en descubrir que Peter tenía toda la razón
acerca de lo desagradable que era atender a gente descompuesta. Desde muy
temprano por la mañana hasta altas horas de la noche hizo poco más que limpiar
el vómito de la gente y sus pertenencias. Los pasajeros estaban demasiado
indispuestos para sostener la cabeza sobre los cuencos de porcelana que ella
les acercaba y para pensar a donde iba a parar el contenido de su estómago. Las
madres estaban tendidas en sus angostas literas. A su lado, los niños lloraban,
mientras Lali y otras dos mujeres limpiaban, trataban de consolarlos y
trabajaban duramente horas interminables.
Como
si la descomposición no fuera suficiente, Lali se consternó al ver las
condiciones en que viajaba esa gente. Había tres dormitorios: uno para parejas
casadas y dos para hombres y mujeres solteros, y la disciplina de mantener
separados a estos últimos era muy estricta. A las muchachas no se les permitía
hablar con sus hermanos, ni a los padres con sus hijas, y en esos primeros días
de indisposición todos se preocupaban por sus familiares. En cada dormitorio
había muchas hileras de camastros pequeños y duros. En los angostos pasillos se
apiñaban las pertenencias de los pasajeros: baúles, cajas, paquetes, cestas,
que contenían no sólo ropa y lo que necesitarían en el Nuevo Mundo sino también
la comida para el viaje. Parte de esa comida empezaba a descomponerse y el olor
agravaba las náuseas de los pasajeros: Lali y las otras mujeres circulaban por
el camarote femenino, tratando de pasar por encima de los baúles y dando muchos
rodeos a cada paso. Cuando volvió a su propio camarote, que en comparación
parecía un palacio, estaba más exhausta de lo que había esperado. Peter dejó su
libro de inmediato y la tomó en sus brazos.
Peter:
¿Fue difícil, amor?- susurró.
CONTINUARÁ…
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