CAPITULO 23
Lali
sólo siguió aferrada a él, demasiado cansada para pensar. Pronto cayó en un profundo
sueño y no se percató de que Peter seguía inclinado sobre ella, la observaba,
le acariciaba él cabello, la cubría mejor con la sábana pero aun en su sueño
sentía sus brazos que la rodeaban, su cuerpo fuerte a su lado y la dulzura de
su aliento junto a su oído. Se movió ligeramente, abrió los ojos, esbozó una
sonrisa adormilada, aceptó de buen grado el beso suave de Peter y volvió a
sonreír cuando él apoyó la cabeza junto a la suya y se durmió a su vez.
El
día siguiente fue una repetición del mismo trabajo duro y oloroso de ayudar a
los pasajeros descompuestos. Al caer la tarde, Peter le dijo que fuera al
camarote a descansar o no sería de ayuda para nadie. El tono de su voz, siempre
impartiendo órdenes, hizo que Lali le dijera exactamente lo que pensaba de él.
Lali:
Podrías ayudar en vez de estar holgazaneando en la cubierta.
Peter:
Holgazaneando, ¿Eh?- sonrió, con esa semisonrisa burlona que tanto la irritaba.
Por
primera vez Lali reparó en la camisa de algodón sucia y mojada de sudor y en
los pantalones holgados que le llegaban a la rodilla, insertos en botas de
cuero blando. De pronto se aclararon varias cosas para Lali, como, por ejemplo
cómo podía Peter pagar un camarote privado. Era obvio que, a cambio del pasaje,
tenía que trabajar.
Peter:
¿En qué puedo ayudar? Aunque si esperas
que enjugue bocas sucias, te advierto que no lo haré.
Si Peter
tenía que trabajar a cambio del pasaje, ella también, y resultaba imposible descansar.
Lali:
Esta mañana se cayeron dos de las literas superiores. Hablé con la tripulación,
pero se rieron de mí.
Peter:
Seguramente se rieron porque no saben por dónde se toma un martillo. ¿Qué más?
Lali:
Necesitamos alguien que se ocupe de tos niños mayores. Pensé que tal vez
podrías buscar a Sarah Trumbull. Hace días que no la veo.
Peter:
Sarah está ocupada- respondió lacónicamente- pero quizá yo pueda ayudar con los
otros problemas.
Lali
sintió que le quitaba un peso de encima, porque sabía que Peter cumpliría su palabra.
Peter:
Si seguís mirándome así, soy capaz de construir camarotes privados para cada
pasajero aquí en la cubierta.
Lali
rió y sintiéndose mucho mejor, volvió a sus tareas. Muy poco tiempo después,
Peter apareció en la puerta del camarote de mujeres con una caja de
herramientas de carpintería. Algunas de las mujeres chillaron en señal de
protesta porque no estaban del todo vestidas, pero Peter no tardó mucho en
hacer que se sintieran cómodas. Rió con ellas y les dijo que todos los hombres
se morían porque subieran a cubierta, para que la travesía fuera menos tediosa.
A pesar de lo que había dicho a Lali, sostuvo la cabeza de una mujer sobre un
cubo y le enjugó la boca con ternura. Cambió los pañales a dos bebés y corrió
dos baúles pesados para que hubiese más espacio para poder circular. Además de
todo eso, reparó las literas rotas, verificó el estado de las demás y reforzó algunas.
Cuando se marchó, la mayor parte de las mujeres sonreían, y era como si por el
dormitorio atestado hubiese pasado una brisa de aire fresco.
-Cielos-
suspiró una mujer a cuyo bebé Peter había cambiado- ¿Quién era ese hombre
increíble?
Lali:
¡Es mío!- exclamó en voz tan alta y con tanto tono de desafío que las mujeres rieron,
con lo cual la muchacha se ruborizó.
-No
tiene por qué avergonzarse, querida. Sólo dé gracias al Señor todas las noches
por ser tan bueno con usted.
-Tal
vez por las noches ella tiene otras cosas en mente- sugirió alguien en voz
alta.
Lali
se sintió casi agradecida cuando una de las mujeres comenzó a gemir, pues
entonces pudo escapar a las bromas. Pero aun mientras ayudaba a esa mujer
empezó a ponerse furiosa. ¡Peter flirteaba con todas, y en sus propias narices!
Sin duda le encantaba que todas las mujeres suspiraran por él, ser el único
hombre al que se le permitía entrar al camarote femenino. ¡Se le permitía!
Seguramente Peter nunca hacía algo tan ordinario como pedir permiso para
cualquier cosa.
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