domingo, 12 de febrero de 2012

CAPITULO 30




CAPITULO 30

En la cubierta se oyó el golpe de la ola mezclado con otro sonido: un crujido de madera. Lali contuvo el aliento y esperó lo que le pareció una eternidad. Cuando al fin el agua se despejó, levantó la vista con temor hacia el peñol al que Gastón seguía aferrado con tenacidad. Cuando finalmente pudo ver, sonrió porque el peñol seguía intacto.

Sin embargo, su sonrisa duró muy poco, pues pronto vio lo que se había roto: por encima de la cabeza de Gastón estaba la cofa mayor, una ancha plataforma que se usaba para montar guardia. De esa plataforma se había desprendido un costado, en parte justo encima de la cabeza de Gas, y a juzgar por la inmovilidad del joven, parecía haberlo golpeado.

Lali aferró a Peter con más fuerza mientras observaba la figura pequeña e inmóvil de Gastón. No tenía idea de que Peter la miraba y advertía el terror que reflejaba el rostro de la muchacha. Lali no tuvo conciencia de nada hasta que Peter la apartó ele sí, la hizo acuclillarse y sujetarse al pesado cañón.

Peter: ¡Quédate aquí!- le ordenó.

Luego tomó una cuerda que estaba atada al cabillero y se la arrolló a la cintura. Una nueva clase de terror se apoderó de Lali, un terror tan profundo que le impedía hablar, y sus manos se pusieron blancas por la fuerza con que aferraba el cañón.

Atreviéndose apenas a respirar, observó cómo Peter subía por el cordaje con manos y pies mucho más seguros que los de Gastón, con una agilidad notable para alguien tan corpulento o quizá fuera que necesitaba todas sus fuerzas para resistirse a la tempestad. Cada vez que una ola le impedía ver a Peter, Lali se sentía morir un poco. Cuando lo vio llegar al peñol, el cuerpo de la muchacha estaba tan rígido como el cañón al que se aferraba. Con cautela, Peter avanzó por el peñol. Cuando alcanzó a Gastón, se ubicó a horcajadas sobre él y se inclinó, obviamente le gritaba, pero el viento feroz se llevó las palabras. Cuando Gastón se incorporó y miró a Peter, varios de los marineros les gritaron palabras de aliento pero Lali no sintió alivio alguno.

Peter y Gastón hablaron largo rato hasta que Peter empezó a avanzar. Todos se asustaron mas al verlo ir más allá de Gastón sobre el angosto peñol. Con destreza y rapidez, lo aseguró con la cuerda que llevaba. En dos ocasiones tuvo que detenerse y aferrarse al palo para que las olas no lo arrastraran al mar. Cuando terminó, retrocedió hasta Gastón. Este le entregó la cuerda que llevaba atada a la cintura y Peter ató el extremo a la suya. Así quedaron unidos para cualquier destino que les aguardara en el largo descenso a la cubierta.

Durante un momento más siguieron hablando, pues aparentemente Peter trataba de convencer a Gastón de que abandonara el sitio al que se aferraba con todas sus fuerzas. El corazón de Lali casi se detuvo al ver que Peter tiraba de la cuerda para que Gastón retrocediera hasta el palo mayor. Era como si Peter tuviera todo el tiempo del mundo, por la paciencia con que esperaba que Gastón empezara a moverse.

Lentamente, moviendo un músculo por vez, Gastón empezó a retroceder y Peter guió los pies del muchacho hasta el cordaje. Como si se tratara de una criatura, Peter lo ayudó, le colocó las manos y los pies en los lugares adecuados y en un momento lo sostuvo con sus brazos contra el inestable cordaje. Cuando pasó la ola, reiniciaron el descenso. Lali empezó a respirar un poco cuando los vio a unos seis metros de la cubierta. Vio que Peter gritaba a Gastón, que meneaba la cabeza; volvió a gritarle hasta que Gastón asintió. El muchacho empezó a descender solo mientras Peter lo sostenía con la cuerda y ataba un extremo al cordaje.

Lali se puso de pie y comprendió que Peter se cercioraba de que Gastón estuviera a salvo, bien sujeto, de modo que si la siguiente ola lo arrastraba, no se llevara también a Gastón. Con lágrimas en los ojos, Lali observó que Peter, al mirar hacia el mar desde aquella altura, parecía haber visto algo que los demás no alcanzaban a ver. Peter se arrolló la cuerda al antebrazo, luego entrelazó el otro brazo en el cordaje e impulsó con el pie a Gastón, cuya cabeza estaba ahora al nivel de los pies de Peter.

Gastón, inseguro y aterrado, perdió apoyo y su cuerpo menudo cayó durante un instante hasta que se detuvo gracias a la cuerda que llevaba atada a la cintura y que sostenía Peter. Gastón lanzó un grito de terror y Peter comenzó a bajarlo lentamente hasta que los marineros lo recibieron y lo bajaron rápidamente a la cubierta pero los ojos de Lali no se apartaban de Peter, que, en cuanto vio que Gastón estaba a salvo, soltó la cuerda, se aferró al cordaje y agachó la cabeza como para protegerse. Lali se apartó del cañón con prisa, pero no pudo dar más que un paso, pues en ese momento los golpeó la mayor de las olas. La cubierta se inundó de agua fría y salada y como si protestara, el barco amenazó con volcarse.

Lali cayó sobre la cubierta, rodó y fue a dar de lleno contra el cabillero. Sin embargo, a pesar del dolor, sólo reparó en otro horrible crujido de madera. A pesar de la inclinación de la cubierta y de la fuerza del agua, se aferró al cabillero y trató de levantarse. El grito de un hombre y la visión fugaz de un cuerpo arrojado por encima de su cabeza y de la borda no la hicieron desistir. Le costaba respirar y, mucho más, ver y se esforzó por levantar la vista hacia el cordaje del que pendía Peter. Si no hubiera mirado con tanta atención, no habría divisado la imagen borrosa de Peter, que en ese momento perdía apoyo y empezaba a caer. Se le trabó un pie en el cordaje y eso lo salvó, parecía aturdido y buscaba a ciegas la cuerda que necesitaba para sostenerse.

Las secuelas de la inmensa ola seguían sacudiendo al bergantín como si fuera un trompo de juguete. Lali seguía aferrada y rezaba mientras Peter se esforzaba por sujetarse. Vio que le sucedía algo, que estaba luchando contra algo más que el mar. Enganchó un brazo en el cabillero, tomó de las cabillas una cuerda gruesa como su brazo y comenzó a avanzar lentamente hacia el pie del cordaje.

A su alrededor, los hombres gritaban y el viento y el agua disfrazaban los sonidos, pero Lali sólo veía a Peter, que dolorosamente trataba de descender. Sosteniéndose aún lo mejor que podía, Lali trepó por el cordaje hasta alcanzar el pie de Peter. Estaba asustada pero sabía que no había alternativa, de modo que le sujetó el tobillo al cordaje con la cuerda. Esta era demasiado larga y gruesa para poder anudarla, por lo que simplemente la arrolló, con la esperanza de que le alcanzara el tiempo antes de que llegara
la siguiente ola.

Colgada sobre la cubierta con apenas un trozo de cuerda, no estaba preparada para el golpe de una ola. Entrelazó su cuerpo con la cuerda y se aferró con todas sus fuerzas. Después de esa ola, Lali estaba demasiado asustada para moverse. Con una mano aferraba el extremo de la gruesa cuerda que había sujetado al tobillo de Peter y tenía miedo de abrir los ojos. Había hecho lo que podía para salvarlo, y no se atrevía a mirar para averiguar si él seguía allí o no. Le pareció que había pasado largo rato allí, medio sentada y medio suspendida, hasta que oyó gritos. Aún temerosa de abrir los ojos, los mantuvo cerrados con fuerza.

-¡Peter!- oyó gritar desde abajo, bastante cerca de ella.


-¡Señora Lanzani!- llamó una voz que sólo podía ser la del capitán.


CONTINUARÁ...




Dentro de una hora publico diez capitulos más 
Gracias por leer, genias :)

@iamlaliter

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