CAPITULO 30
En la
cubierta se oyó el golpe de la ola mezclado con otro sonido: un crujido de
madera. Lali contuvo el aliento y esperó lo que le pareció una eternidad.
Cuando al fin el agua se despejó, levantó la vista con temor hacia el peñol al
que Gastón seguía aferrado con tenacidad. Cuando finalmente pudo ver, sonrió
porque el peñol seguía intacto.
Sin embargo,
su sonrisa duró muy poco, pues pronto vio lo que se había roto: por encima de
la cabeza de Gastón estaba la cofa mayor, una ancha plataforma que se usaba
para montar guardia. De esa plataforma se había desprendido un costado, en
parte justo encima de la cabeza de Gas, y a juzgar por la inmovilidad del
joven, parecía haberlo golpeado.
Lali
aferró a Peter con más fuerza mientras observaba la figura pequeña e inmóvil de
Gastón. No tenía idea de que Peter la miraba y advertía el terror que reflejaba
el rostro de la muchacha. Lali no tuvo conciencia de nada hasta que Peter la
apartó ele sí, la hizo acuclillarse y sujetarse al pesado cañón.
Peter:
¡Quédate aquí!- le ordenó.
Luego
tomó una cuerda que estaba atada al cabillero y se la arrolló a la cintura. Una
nueva clase de terror se apoderó de Lali, un terror tan profundo que le impedía
hablar, y sus manos se pusieron blancas por la fuerza con que aferraba el cañón.
Atreviéndose
apenas a respirar, observó cómo Peter subía por el cordaje con manos y pies
mucho más seguros que los de Gastón, con una agilidad notable para alguien tan
corpulento o quizá fuera que necesitaba todas sus fuerzas para resistirse a la
tempestad. Cada vez que una ola le impedía ver a Peter, Lali se sentía morir un
poco. Cuando lo vio llegar al peñol, el cuerpo de la muchacha estaba tan rígido
como el cañón al que se aferraba. Con cautela, Peter avanzó por el peñol.
Cuando alcanzó a Gastón, se ubicó a horcajadas sobre él y se inclinó,
obviamente le gritaba, pero el viento feroz se llevó las palabras. Cuando
Gastón se incorporó y miró a Peter, varios de los marineros les gritaron
palabras de aliento pero Lali no sintió alivio alguno.
Peter
y Gastón hablaron largo rato hasta que Peter empezó a avanzar. Todos se
asustaron mas al verlo ir más allá de Gastón sobre el angosto peñol. Con
destreza y rapidez, lo aseguró con la cuerda que llevaba. En dos ocasiones tuvo
que detenerse y aferrarse al palo para que las olas no lo arrastraran al mar. Cuando
terminó, retrocedió hasta Gastón. Este le entregó la cuerda que llevaba atada a
la cintura y Peter ató el extremo a la suya. Así quedaron unidos para cualquier
destino que les aguardara en el largo descenso a la cubierta.
Durante
un momento más siguieron hablando, pues aparentemente Peter trataba de
convencer a Gastón de que abandonara el sitio al que se aferraba con todas sus
fuerzas. El corazón de Lali casi se detuvo al ver que Peter tiraba de la cuerda
para que Gastón retrocediera hasta el palo mayor. Era como si Peter tuviera
todo el tiempo del mundo, por la paciencia con que esperaba que Gastón empezara
a moverse.
Lentamente,
moviendo un músculo por vez, Gastón empezó a retroceder y Peter guió los pies
del muchacho hasta el cordaje. Como si se tratara de una criatura, Peter lo
ayudó, le colocó las manos y los pies en los lugares adecuados y en un momento
lo sostuvo con sus brazos contra el inestable cordaje. Cuando pasó la ola,
reiniciaron el descenso. Lali empezó a respirar un poco cuando los vio a unos
seis metros de la cubierta. Vio que Peter gritaba a Gastón, que meneaba la
cabeza; volvió a gritarle hasta que Gastón asintió. El muchacho empezó a
descender solo mientras Peter lo sostenía con la cuerda y ataba un extremo al
cordaje.
Lali
se puso de pie y comprendió que Peter se cercioraba de que Gastón estuviera a salvo,
bien sujeto, de modo que si la siguiente ola lo arrastraba, no se llevara
también a Gastón. Con lágrimas en los ojos, Lali observó que Peter, al mirar
hacia el mar desde aquella altura, parecía haber visto algo que los demás no
alcanzaban a ver. Peter se arrolló la cuerda al antebrazo, luego entrelazó el
otro brazo en el cordaje e impulsó con el pie a Gastón, cuya cabeza estaba
ahora al nivel de los pies de Peter.
Gastón,
inseguro y aterrado, perdió apoyo y su cuerpo menudo cayó durante un instante
hasta que se detuvo gracias a la cuerda que llevaba atada a la cintura y que
sostenía Peter. Gastón lanzó un grito de terror y Peter comenzó a bajarlo
lentamente hasta que los marineros lo recibieron y lo bajaron rápidamente a la
cubierta pero los ojos de Lali no se apartaban de Peter, que, en cuanto vio que
Gastón estaba a salvo, soltó la cuerda, se aferró al cordaje y agachó la cabeza
como para protegerse. Lali se apartó del cañón con prisa, pero no pudo dar más
que un paso, pues en ese momento los golpeó la mayor de las olas. La cubierta
se inundó de agua fría y salada y como si protestara, el barco amenazó con
volcarse.
Lali
cayó sobre la cubierta, rodó y fue a dar de lleno contra el cabillero. Sin embargo,
a pesar del dolor, sólo reparó en otro horrible crujido de madera. A pesar de
la inclinación de la cubierta y de la fuerza del agua, se aferró al cabillero y
trató de levantarse. El grito de un hombre y la visión fugaz de un cuerpo
arrojado por encima de su cabeza y de la borda no la hicieron desistir. Le costaba
respirar y, mucho más, ver y se esforzó por levantar la vista hacia el cordaje
del que pendía Peter. Si no hubiera mirado con tanta atención, no habría divisado
la imagen borrosa de Peter, que en ese momento perdía apoyo y empezaba a caer.
Se le trabó un pie en el cordaje y eso lo salvó, parecía aturdido y buscaba a
ciegas la cuerda que necesitaba para sostenerse.
Las
secuelas de la inmensa ola seguían sacudiendo al bergantín como si fuera un trompo
de juguete. Lali seguía aferrada y rezaba mientras Peter se esforzaba por
sujetarse. Vio que le sucedía algo, que estaba luchando contra algo más que el
mar. Enganchó un brazo en el cabillero, tomó de las cabillas una cuerda gruesa
como su brazo y comenzó a avanzar lentamente hacia el pie del cordaje.
A su
alrededor, los hombres gritaban y el viento y el agua disfrazaban los sonidos,
pero Lali sólo veía a Peter, que dolorosamente trataba de descender.
Sosteniéndose aún lo mejor que podía, Lali trepó por el cordaje hasta alcanzar
el pie de Peter. Estaba asustada pero sabía que no había alternativa, de modo
que le sujetó el tobillo al cordaje con la cuerda. Esta era demasiado larga y
gruesa para poder anudarla, por lo que simplemente la arrolló, con la esperanza
de que le alcanzara el tiempo antes de que llegara
la
siguiente ola.
Colgada
sobre la cubierta con apenas un trozo de cuerda, no estaba preparada para el
golpe de una ola. Entrelazó su cuerpo con la cuerda y se aferró con todas sus
fuerzas. Después de esa ola, Lali estaba demasiado asustada para moverse. Con
una mano aferraba el extremo de la gruesa cuerda que había sujetado al tobillo
de Peter y tenía miedo de abrir los ojos. Había hecho lo que podía para
salvarlo, y no se atrevía a mirar para averiguar si él seguía allí o no. Le
pareció que había pasado largo rato allí, medio sentada y medio suspendida,
hasta que oyó gritos. Aún temerosa de abrir los ojos, los mantuvo cerrados con
fuerza.
-¡Peter!-
oyó gritar desde abajo, bastante cerca de ella.
-¡Señora Lanzani!- llamó
una voz que sólo podía ser la del capitán.
CONTINUARÁ...
Dentro de una hora publico diez capitulos más
Gracias por leer, genias :)
@iamlaliter
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