domingo, 12 de febrero de 2012

CAPITULO 24




CAPITULO 24

Lali depositó con fuerza una jarra de agua, a cada instante se ponía más furiosa. Claro que él no tenía motivos para tratarla como a una dama, puesto que todo lo que sabía de ella era lo que hacían en la cama. Aquel americano corpulento y grosero no tenía idea de cómo tratar a una mujer, salvo para su propio uso. Para él, todas eran iguales, estuvieran enfermas o vestidas con ropa de raso, él pensaba que todas estaban hechas para su placer.

Cerca del anochecer, subió a cubierta para lavar los cuencos de barro. Allí, rodeados de niños y niñas, estaban Peter y dos marineros, enseñándoles a hacer nudos. Una niña de unos doce años parecía estar haciendo un nudo con un trozo de tela, mientras una criatura de unos dos años estaba sobre las rodillas de Peter, absorta en el entrecruzarse de la cuerda que tenía él. Sonrió y saludó a Lali con la mano antes de volverse una vez más hacia los niños. Con altivez, Lali levantó la frente y regresó al camarote sofocante, irritada por el hecho de que hasta los niños lo hallaban irresistible. Había dicho a las mujeres que Peter era suyo pero tenía plena conciencia de que no ejercía poder alguno sobre él, que ella no era más que su juguete cautivo y que, cuando llegaran a América, se desharía de ella y pronto conseguiría otra mujer... alguien que tuviera menos uso que ella. Con ojos suspicaces, miró a todas las mujeres que había en el amplio camarote, preguntándose si alguna de ellas sería su sucesora.

Cuando llegó el momento de marcharse del dormitorio, ya estaba totalmente furiosa. Su tío, había dicho que era una falsa, lo cual era una vergüenza para él pero en las últimas semanas habían pasado muchas cosas, y Lali estaba cambiando. El camarote que compartía con Peter estaba vacío cuando llegó, pero mientras Lali contemplaba las estrellas por la ventana, se abrió la puerta. Una jarra de peltre dirigida directamente a la cabeza de Peter lo hizo agacharse rápidamente.

Peter: ¿Qué diablos...      - Lali tomó otra jarra de un armario en la pared.

Lali: Te gusta flirtear, ¿verdad?- lo acusó- Te encanta tener a todas las mujeres detrás de ti. "¡Oh, qué hombre encantador!", suspiraban todas.

La segunda jarra le rozó el hombro. Mientras Lali sacaba del armario la tercera, Peter cruzó el camarote y le retuvo la mano. Nuevamente tenía aquella sonrisa divertida.

Peter: No te dejes ganar por tu temperamento. Por favor, trata de recordar que una vez fuiste una dama inglesa.

Su actitud condescendiente, además del hecho de que había sido él quien la hiciera dejar de ser una dama, hizo que la sangre de Lali ardiera de ira.

Lali: ¡Estoy harta de ti!- exclamó, y le dio un codazo en las costillas.

La satisfizo oír el gruñido de Peter pero antes de que pudiera recuperarse le dio un puntapié en el tobillo. Peter se apartó, frotándose el tobillo, con una expresión de total desconcierto.

Peter: ¿No querrías hablar de esto? ¿Por qué estás tan enfadada?

Lali: ¿Enfadada?- lo remedó- Estoy furiosa porque das por sentado que tienes derecho sobre todas las cosas. ¿Te gustó cómo te miraban esas mujeres, con tanta adoración? Fue repugnante que utilizaras a los bebés para conquistarlas. ¿Acaso planeas secuestrar a alguna de ellas cuando acabes conmigo?

Peter: Tal vez- respondió, con la mandíbula tiesa y una chispa en los ojos-  Quizás una de ellas estaría más agradecida por lo que vos tenés. ¿Por qué no preguntas quién querría ocupar tu sitio?

Lali: ¡Eres el animal más vanidoso y arrogante de toda la creación! ¿Nunca se te ocurrió que a mí puede no gustarme estar prisionera o que tampoco podría gustarles a otras mujeres? ¿Acaso debo agradecerte que me retengas contra mi voluntad, que me hayas puesto a la fuerza en un barco rumbo a un país que desprecio, y que amenaces con revelar a todos nuestra verdadera relación si no me quedo contigo?

Peter: Ya te dije por qué no podía liberarte en Inglaterra- dijo en tono grave- Te he demostrado toda la amabilidad, te he dado todo lo que llevas puesto, pero sigues siendo demasiada romántica para ver la verdad. ¿Acaso no te acuerdas de lo que pasó en el puerto con esos hombres?

Eso se parecía demasiado a las cosas que le había dicho su tío. Siempre había alguien que se ocupaba de ella y luego se lo echaba en cara.

Lali: No te estoy agradecida- replicó en voz baja- Y no quiero nada más de ti. No tienes que preocuparte de que puedan atacarme en el barco, de modo que ahora te dejaré en paz y me instalaré con las mujeres solteras- miró el sencillo vestido de muselina qué Sarah había terminado la noche anterior y agregó- Cuando llegue a América trataré de ganar dinero suficiente para pagarte este vestido. Tal vez puedas vender los demás.

Se volvió y con la frente alta y la espalda erguida, se encaminó a la puerta. Peter tardó un momento en comprender que Lali realmente pensaba dejarlo y era lo suficientemente terca como para hacerlo. Sin pensar en lo que hacía, la aferró por la parte trasera del vestido. Con la presión de Lali, que iba en una dirección y Peter que tiraba en la otra, la delgada muselina se desganó de arriba abajo y cayó a los pies de la muchacha. Al instante, la mirada de Peter pasó de la ira al deseo. Sus ojos la recorrieron con avidez, deleitándose con los pechos que descubría la ceñida y escotada camisa interior.

Lali: No- murmuró, tratando con todas sus fuerzas de escapar a la mirada paralizante de Peter, un brazo fuerte y poderoso le rodeó la cintura y la atrajo hacia el fuerte pecho, haciéndola inclinarse hacia atrás. Con debilidad, luchó contra él, ansiosa por desafiarlo, por demostrarle que ella era una persona independiente, pero sus caricias y sus besos la hicieron desistir.

Peter: Harás lo que te diga, amor- gruñó, levantándola del suelo y besándola.

Lali cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás y se entregó por completo a las caricias de Peter. Ya no pensaba en escapar de aquel hombre que la dominaba con tanta facilidad. Cuando oyó desgarrarse más tela, volvió a luchar.

Peter: Mía- susurró- Yo te encontré y sos mía.

CONTINUARÁ...

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